Un funeral no es más que un ritual de despedida. Una despedida para agradecer el amor o las buenas vivencias que hemos compartido con un ser querido para nosotros que ha dejado su cuerpo biológico.

El rito funerario es un acto de agradecimiento mutuo. Y por ello antes de fallecer podemos dejar planificado cómo queremos que se desarrolle este acto de amor que es, por llamarlo de algún modo, un funeral.

Consecuentes con nuestras convicciones
"La muerte y la vida son transformaciones incesantes. No son el final de un principio. Una vez que consigamos comprender este principio, podremos dar igual valor a la vida y a la muerte”. Chuang Tzu (369-286 a.C.)

Nuestro estilo de vida, nuestras convicciones deberían impregnarse de cada uno de los detalles que queramos para la despedida de la Tierra; el funeral ecológico es un acto póstumo de amor a la Madre Tierra que le legamos amorosamente a la vida al morir.

Poco importa si la ceremonia es con el cuerpo difunto presente o con las cenizas porqué hemos optado por la cremación directa.

Lo que importa es cómo hemos diseñado el funeral para que sea una prolongación de nuestras convicciones vitales. Si entre ellas el amor por la Madre Tierra es una prioridad para la persona, veamos como puede organizarse para que sea congruente.

Cuando se acerca el final de la vida por enfermedad o envejecimiento terminal de un ser querido, las partes deben tomar decisiones difíciles.

Puede que debamos solicitar la asistencia de los equipos de cuidados paliativos para que nuestro ser querido se sienta atenido física y espiritualmente en sus últimos días.

Nos puede parecer poco adecuado plantear cómo le gustaría a la persona que fuera su funeral si no lo ha hecho antes. Sin embargo, que el paciente asuma cómo quiere ser recordado en su despedida puede ser terapéutico.

Para muchos expertos, ayudar a definir el funeral es una oportunidad para tranquilizar al paciente y que este cierre también un ciclo, algo imprescindible para perder el miedo a morir.

Organizar un funeral vivencial y ecológico no es sencillo, pero si lo hacemos, nuestro ser querido será recordado por su acción positiva a favor del medio ambiente. Podemos ser ecológicos hasta en la muerte. Veamos cómo.

Las dificultades para organizar un funeral ecológico
Debería ser un derecho decidir cómo queremos que nuestro cuerpo cadáver sea tratado para garantizar la salubridad, pero esta no es lo que más importa. En España está prohibido enterrar o incinerar con una simple mortaja y una base vegetal biodegradable.

En el Estado español, la legislación vigente de los servicios funerarios es de 1974, es decir, franquista. Para más inri, cada Comunidad Autónoma tiene su propia regulación específica que a menudo todavía es más anacrónica e incompatible con la de las vecinas.

Esta legislación arcaica y nada adaptada a los tiempos de crisis socioambiental, no permite ni el entierro natural, ni el compostaje humano, ni otro tratamiento post mortem ecológico.

En este campo de juego, sin legislación moderna, las funerarias han tomado el control y engordan sus beneficios. En esta dictadura funeraria a la española, los ataúdes sólo pueden ser de madera pues todo el precio del funeral reposa sobre este producto.

Los ataúdes de cartón son vilipendiados por el oligopolio funerario ya que todo el beneficio funerario se construye multiplicando por diez el precio del ataúd de madera, un material que confunde al consumidor sobre su verdadero precio.

Los lastres de la dictadura franquista afectan a más de un 60 % de la población que ante el temor de no poder pagar el funeral está abonado a un seguro de decesos. Por tanto, en pleno duelo quiénes acaban dictando el protocolo de la ceremonia de despedida son las funerarias.

En la otra cara de la moneda, está el paternalismo del Estado que obliga a que todos los ataúdes que se vendan estén certificados por una entidad independiente y cumplir con una compleja norma de fabricación.

En la práctica, uno no puede enterrarse con un ataúd artesanal, por ejemplo, de mimbre o con una simple mortaja. En otros países, basta cualquier caja o mortaja, ya que lo único que se regula es que el cuerpo difunto no sea visible.

Y luego, para rematarlo, para que no haya competencia, las grandes funerarias han impuesto la política de suntuosos tanatorios y hornos crematorios por doquier.

De este modo, en el Estado español hay 6 salas de vela por cada defunción y 487 crematorios que suman más de un 300 % de sobrecapacidad de incineración por día (Datos de la patronal del sector, Panasef  de 2021).

Sin embargo, a pesar del imperio impuesto por la oligarquía funeraria, hay alguna grieta por donde elegir algo de ecología práctica en un funeral.

Las alternativas a los productos fúnebres convencionales
Dos ataúdes de cartón decorados por la artista Thaïs Borri. Un buen ejemplo de que cuando pensamos en el funeral podemos encontrar la mejor manera de expresar nuestro agradecimiento a la vida y a los seres queridos. Foto: Funeral Natural.

Hay buenas razones para organizar un funeral ecológico, sin embargo, en la práctica el sector no lo pone fácil.

Cómo hemos dicho, en el ámbito de los seguros de deceso, la ecología brilla por su ausencia. Sólo una compañía ofrece una póliza que garantiza productos fúnebres ecológicos.

Dado que vamos a tener que escoger en este mercado buitre hay que atender algunos criterios básicos, tanto si escogemos la inhumación como incineración.

El ataúd es obligatorio, pero puede ser de madera certificada sin tratar o de cartón. Esta última opción existe, pero en la práctica debería haberse adquirido antes directamente al fabricante. Con un ataúd de madera sin tratar los tóxicos que emitirá al quemarse serán mínimos.

Las urnas no son obligatorias, si escogemos la cremación, las cenizas se entregan en una bolsa de plástico. Si las queremos depositar en una urna, escojamos una que sea biosoluble. Podemos esparcir las cenizas en la naturaleza con criterio y sin necesidad de urna alguna.

El resto de productos fúnebres, flores, vestidos, recuerdos, salas de vela, vehículos de acompañamiento, etc. son opcionales. Por tanto, prescindibles. Aún asi, hay alternativas que ponemos a disposición en esta web (1) (2) (3) (4).

La vela puede ser en casa, y la ceremonia puede ser sin el cuerpo presente si hemos escogido la cremación directa. Pero entonces la ceremonia debe ser un funeral laico. La ventaja es que un ritual con las cenizas puede celebrarse en medio de la naturaleza.

Es imprescindible NO aceptar servicios de tanatopraxia, embalsamamiento o conservación transitoria invasiva que siempre es con tóxicos. Para la conservación transitoria del cadáver, especialmente, si se hace la vela en casa, hay productos ecológicos como el Bio Sac 200.

El vehículo fúnebre es obligatorio para transportar el difunto, pero no lo es transportarlo con una limusina fúnebre y puede ser con un furgón fúnebre. Algunas funerarias disponen ya de vehículos híbridos o incluso eléctricos.

Pero lo más importante, es que todo aquello que sintamos para el ritual hay que haberlo planificado antes. Eso se consigue hablando de la muerte y perdiéndole el miedo.

La opción vivencial y ecológica: un compromiso vital
"El conocido respeto al cadáver es algo más que la piedad, y algo más también que el temor suscitado por la presencia de lo desconocido; es el respeto a la misma vida que parece haber cumplido, quisiéralo o no, su terrenal destino”. José Ferrater Mora

Si bien puede ser difícil pensar en funerales mientras un ser querido está en fase terminal o simplemente, aún está vivo, es un paso que siempre ayuda, especialmente, si el moribundo está consciente y acompañado.

Diseñar cada detalle de nuestra fiesta despedida permite asegurarnos que en nuestro último acto vital, este será consecuente con la manera de pensar. Sólo así podemos garantizar que será sostenible, respetuoso con el entorno y que dejará un impacto amoroso entre los familiares y amigos.

En el caso de una enfermedad terminal hay que valorar al máximo la carga en medicamentos que vamos a tomar. El ensañamiento hospitalario o médico en el final de vida produce grandes beneficios al sector farmacéutico y poca ayuda al moribundo.

Por prometer unas semanas o unos pocos meses más de vida, pueden vendernos (aunque lo paguemos entre todos con la Seguridad Social) prescripciones de píldoras megacaras y altamente tóxicas.

Esta carga farmacológica tóxica se acumula en el cuerpo y luego si el tratamiento post mortem es la incineración, se liberará a la atmósfera. Si es inhumación en cementerio llegará a las aguas subterráneas.

Vivimos, sin embargo, en una sociedad en la que el proceso de morir puede organizarse sin problemas con el beneplácito gubernamental para que sea lucrativo y contaminante.

Una vida bien utilizada facilita una muerte dulce
“El hombre completo, el que no sueña, el que puede morir bien porque vive bien y que puede amar su vida porque mira cara a cara a la muerte, es, como el mito de los andróginos, el símbolo de lo que nos falta”. Maurice Merleau-Ponty (1908-1961), Signos.

Cuidar de alguien que se acerca al final de su vida siempre es un proceso difícil. Sin embargo, crear un plan de despedida, puede ayudar al ser querido a sentirse que controla el camino de su vida. Con la planificación del funeral se consigue que los últimos días sean más significativos y conscientes.
 
La atención al final de la vida también implica pensar en el plan de entierro. Si la persona quiere descansar de manera respetuosa y sostenible, sobretodo que no se practique el embalsamamiento ya que es un proceso de gran toxicidad para el entorno.

En definitiva, cómo decía Leonardo Da Vinci: "Al igual que una jornada satisfactoria produce un dulce sueño, una vida bien utilizada facilita una muerte dulce".

Dado que como vivimos, morimos, ser conscientes de que nuestro cuerpo físico va a morir, facilita plantearnos una despedida igualmente vivencial y amorosa.

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