El miedo a la muerte es consubstancial en nuestra cultura, pero le podemos plantar cara. Hay muchas técnicas para perder el miedo a la muerte. Por de pronto, hay que asumir que estamos en este mundo gracias a que nuestros antepasados nos cedieron su lugar. Este es a su vez nuestro compromiso con los nos siguen. Un ser humano que muere no es un mortal que termina, es un inmortal que comienza

Más allá de la idea de que vivimos porqué nos dieron el testigo vital, hay razones más profundas para no tener miedo a la muerte. "No somos seres humanos viviendo una experiencia espiritual, somos seres espirituales con una experiencia humana" decía el teólogo Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955). El sentido de esta frase es profundo y su comprensión ayuda a asumir la muerte como parte de la riqueza del vivir terrenal.

El miedo a la muerte nace del apego por la materialidad que puede esclavizarnos, por las riquezas acumuladas o las vivencias que se suceden continuamente. Todo aquello que conseguimos gracias a nuestro cuerpo-mente es siempre un regalo (incluso lo que podemos considerar doloroso), aunque transitorio y efímero.

Da lo mismo si nos hacemos ricos, como si conseguimos triunfar en un trabajo, en un reto deportivo o simplemente gozamos de salud y una buena familia.

Cuando este miedo a la muerte se hace persistente y agudo podemos hablar de tanatofobia, y se considera un temor a la muerte anormal e injustificado. Pero el miedo a la muerte se combate con unas herramientas sencillas que detallamos a continuación.

Aceptar que la muerte es una vida vivida
La vida un gigantesco lio en todos los sentidos, pero esto es lo que tiene de bonito a su vez. Por eso, hagas lo que hagas siempre sales ganando, aunque a veces también se pierde algo. Lo difícil no es morir, sino vivir. Fotograma de Si decido quedarme.

Asumir la propia mortalidad es fácíl de escribir y menos de aceptar. Pero esta idea de que la muerte es un realidad vital es una meditación liberadora. La doctora británica Kathryn Mannix en su libro Cuando el final se acerca. reconoce que "Hemos perdido la inmensa sabiduría humana que nos permite tomar la muerte como algo, normal, natural".

Argumenta que "la muerte normal, es realmente un proceso tranquilo, algo que podemos reconocer, para lo que podemos prepararnos y algo con lo que podemos lidiar. Y esto debería ser algo para celebrar. Algo con lo que podemos consolarnos los unos a los otros".

La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene”, escribió Jorge Luis Borges (1899-1986). El propio ciclo de la vida nos muestra que la muerte forma parte indisoluble de la misma.

Pero también es cierto que el morir es una advertencia biológica para no perder el sentido de supervivencia. La enfermedad avisa de que quizás no atendemos a nuestro cuerpo y nuestras emociones como se requiere. La sensación de peligro o la posibilidad de morir es nuestra alarma para contenernos o proteger nuestra integridad física.

Sin embargo, el miedo a la muerte puede convertirse rápidamente en un bloqueo. Hoy sabemos que la muerte pone fin a toda la existencia terrenal, pero gracias a los testimonios que han vivido experiencias cercanas a la muerte (ECM) podemos asumir que se trata de un tránsito. Morir es tan sólo un sutil movimiento vital para que nuestra conciencia continúe en otro plano de existencia.

Las ECM no tienen nada que ver con las creencias religiosas, son una realidad científica como lo atestiguan un sin fin de estudios al respecto. Todos los testimonios de ECM insisten en que hay que apreciar la vida terrenal y aplicarnos en el amor en cada instante con presencia plena.

Dar sentido a la vida en el presente
Cuando te haces amigo del momento presente, te sientes como en casa dondequiera que estés. Si no te sientes cómodo en el ahora, te sentirás incómodo dondequiera que vayas, escribió Eckhart Tolle, autor de El poder del ahora. Foto: Funeral Natural

La muerte es un espejo en el que se refleja todo el sentido de la vida”, escribió Sogyal Rimpoché (1947-2019). No estamos condenados a ir a la muerte con las manos vacías, sino que podemos hacer de cada instante vital una oportunidad para cambiar y encontrar un sentido a nuestra vida.

Como dijera el novelista Mark Twain (1835-1910): “El miedo a la muerte se deriva del miedo a la vida. Un hombre que vive plenamente está dispuesto a morir en cualquier momento”. Ese hombre no teme a la muerte porque sabe que cuando le sorprenda, podrá volver la vista atrás y sentirse satisfecho.

Cuando hemos construido una vida basada en el amor por lo que nos rodea y estamos agradecidos por cada experiencia vivida, la muerte no supone una derrota sino el punto final de una obra llena de sentido. Entonces la muerte no es más que el "The End" feliz de una buena película.

Hay un concepto maorí conocido como 'whakapapa' que ilustra de que todos estamos conectados en una gran cadena de vida que une pasado, presente y futuro. Todos somos parte de la gran cadena de la vida. Y al reconocer nuestro lugar en ella, afianzamos el sentido de lo que constituye "el ahora", al presente sin pasado que nos atenace y sin futuro que nos condicione.

Un ahora que nos hace responsables ante el legado que dejamos a las generaciones del mañana al mismo tiempo que respetamos a las generaciones del pasado.

Un testimonio de excepción afrontando el morir sin miedo
Testimonio de David Díaz de la Cruz, a unas semanas de morir de cáncer.

David Díez de la Cruz (1985-2020), un hombre cuya pasión era el fútbol y su proyecto de ayudar a los niños de su barrio a través de su club, el Racing Villaverde, sabía que le quedaba poco tiempo.

Afectado de un cáncer terminal quiso dejar en forma de video un recuerdo para el futuro. Se casó con su pareja, Amanda, con la que tenía una hija de unos meses, en medio de la Pandemia 2020, apelando al artículo 52 del Código Civil (matrimonio en peligro de muerte* o in articulo mortis, in extremis).

El testimonio de David Díez fue grabado el 27 de junio 2020 y murió a las dos semanas, el 11 de julio 2020, a la edad de 35 años. Pero, su memoria permanece, emotiva y útil para inspirar la importancia de dejar recuerdos, especialmente, en el registro de voz, para seguir en el corazón de los seres queridos. La muerte no es más que este estado en el que seguimos en la memoria de los demás.

Sólo hablando de la muerte se la vence, y David Díez lo reconoce "hay que naturalizar la muerte en nuestra sociedad" y lo hace sin miedo en estos 16 minutos llenos de coraje y de generosidad por la Vida. Un testimonio de excepción que emociona porqué nos muestra como afrontar el morir sin miedo.

Su idea era dejar un recuerdo en forma de vídeo, sobre todo para su pequeña Leire; pero también dio permiso para que Unidad Editorial Información Deportiva a través del deportivo Marca lo recogiera y publicara. Su difusor podría haber ubicado este video en un espacio libre de anuncios para no interrumpir su profundo mensaje.

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(*) El matrimonio en peligro de muerte regula una particular forma de celebración del matrimonio civil que se caracteriza por la existencia de una situación de urgencia que exige que la prestación del  consentimiento matrimonial se realice con premura, por la posibilidad de que se produzca el fallecimiento de uno de los contrayentes en un breve espacio temporal, bien porque la persona esté aquejada de una enfermedad grave, bien porque los contrayentes se encuentren en una situación objetiva de riesgo.

Cerrar episodios de nuestra vida
En los momentos cruciales de nuestra vida, enfrentados al dolor o al final de vida, el bien más preciado es pedir perdón, agradecer o enmendar un error. Actitudes que nos abren a poder iniciar una nueva etapa desde la serenidad vital.

Viktor Frankl (1905-1997), uno de los grandes neurólogos y psiquiatras del siglo XX, definía así el sentido último de la vida: aprender a despedirse constantemente.

A despedirse de etapas vitales, de circunstancias y lugares pero, sobre todo, de personas, algo que nos ayudará no solo a mantener el necesario equilibrio psicológico si no, también, a encontrar, como decía Frankl, el sentido último de la vida: la aceptación de lo ineludible como parte de ella.

La biografía de cada persona está compuesta de diferentes capítulos o etapas. Aprender a cerrar esos episodios ayuda a seguir adelante y afrontar las nuevas etapas con mayor serenidad, sin el lastre de los resentimientos ni arrepentimientos respecto al pasado.

Los asuntos inconclusos, las palabras no dichas, las emociones reprimidas,  se convierten en un lastre que nos impide avanzar hacia nuevas vivencias con presencia. De ahí que se recomienda que al cierre de cada etapa vital hay que sanear todo aquello que nos intranquiliza.

Pedir perdón, expresar el cariño o el agradecimiento, un deseo que no pudimos cumplir o enmendar aquello que podemos considerar un error, son actitudes válidas de saneamiento vital.

No dejar heridas abiertas es una garantí para abrirnos en las nuevas experiencias desde la serenidad y la paz, actitudes básicas para bordar cada nueva etapa vital. Solucionar todos aquellos asuntos que sentimos como pendientes es también un acto de valentía.

Por supuesto, no existe un único camino para afrontar la etapa final de la vida. Cada persona necesita encontrar su modo de hacer las paces con su vitalidad y mortalidad, de manera que alcance un sano equilibrio. De este modo, el temor se abre paso hacia la serenidad.

Así es como podemos iniciar el camino hacia la plenitud vivencial en cada momento. Ira Byock (1951 -) en su libro Decir lo que importa (2005) nos muestra cómo el simple hecho de pronunciar determinadas palabras clave con consciencia: te quiero, perdóname, gracias.... nos liberan de ataduras emocionales y nos conduce hacia una vida más consciente, plena y feliz.

El perdón como forma de aceptar la imperfección; el agradecimiento como punto de partida de una vida más feliz y la aceptación de aquello que nos ofrece la vida en cada momento, son fortalezas que permiten afrontar el proceso de morir o la muerte sin temor.

Diseñar el propio funeral o fiesta de despedida
El ataúd pintable, Resistible Paintable Eco Coffin, una propuesta para cambiar el estilo del ritual funerario de despedida. Imagen promocional del fabricante.

De la misma forma que por hablar de enfermedad nadie enferma, hablar de cómo organizar el propio funeral no nos conduce a la muerte. Dialogar, compartir, reflexionar sobre cómo nos gustaría que fuera nuestra fiesta de despedida del mundo terrenal rompe de forma absoluta el miedo ante la muerte.

Cuando intentamos pensar que es aquello que nos gustaría legar a nuestros seres queridos en nuestra partida de la Tierra, o los mejores recuerdos que querríamos dejarles en sus corazones, el temor a la muerte se desvanece.

El miedo a morir es como un velo que existe porqué lo mantenemos cerrado. Pero cuando reflexionamos o expresamos los detalles de cómo nos gustaría que fuera la ceremonia de nuestro funeral, el velo del miedo a morir se desvanece.

No es una frase. Cualquier persona que se atreva a planificar su despedida lo podrá comprobar en su emocionalidad. Basta sólo con abrir el deseo sobre cómo queremos que sea la despedida última.

Con la muerte el cuerpo físico queda inerte, pero el cuerpo espiritual sigue su camino como lo demuestran las experiencias cercanas a la muerte. En algunos casos, incluso pueden dejarnos algunos mensajes a través de personas sensibles a su percepción extrasensorial (1) (2).

Pensar en el propio funeral no es nada complicado. Evidentemente, hay que escoger un ataúd de madera o cartón y una urna si queremos incineración (aunque no es obligatorio).

Luego están los detalles estéticos, que si flores silvestres o una corona convencional, etc. Y finalmente, los detalles de la ceremonia propiamente (músicas, textos para leer, etc. laico o religioso, personas que nos gustaría que participaran, etc.).

En cuanto a los servicios fúnebres hay que considerar que la vela puede ser en casa y la preparación del cuerpo o enferetramiento lo puede hacer la familia o que se encarguen los de la funearia y alquilar una sala en el tanatorio.

Podemos imaginar una ceremonia sencilla con el cuerpo presente en el tanataorio o en un templo o escoger la incineración (cremación directa) y que la ceremonia sea con la presencia de las cenizas. En definitiva, pensar donde queremos reunir a nuestra familia y amigos para la despedida.

A grandes rasgos, el guion a seguir es sencillo y aquí una síntesis de lo básico. El funeral no es un lugar para llorar una pérdida, sino para celebrar una despedida. Cuando lo enfocamos así, el miedo a la muerte se evapora. Sólo hay que experimentar que es así.

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