La tanatopraxia se considera el conjunto de prácticas que sobre un cadáver se realizan, desarrollando y aplicando métodos para la higienización, conservación transitoria, y embalsamamiento.
En esta disciplina también se considera la restauración y cuidado estético del cadáver como soporte de su presentación del cadáver acuerdo con las normativas higiénico-sanitarias.
Cuando nos referimos a la definición legal de la tanatopraxia esta no coincide en todas las Comunidades Autónomas.
Algunas normas autonómicas se refieren exclusivamente a las prácticas sanitarias de conservación temporal y embalsamamiento, y las separan de las prácticas de restauración cadavérica, acondicionamiento y tanoatoestética.
De hecho el Reglamento estatal (Decreto 2263/1974 de 20 de junio por el que se aprueba el Reglamento de Policía Sanitaria Mortuoria del Estado) llama tanatopraxis al embalsamamiento y no introduce dentro del término la conservación temporal que, sin embargo, sí la recoge como técnica autorizada para el traslado internacional de cadáveres.
Práctica postmortem
La práctica de la tanatopraxia es una actividad regulada que se practica en las empresas funerarias y de la que existe una formación profesional.
La tanatopraxia agrupa pues las técnicas químicas que hoy se aplican a la conservación de cadáveres y sobretodo se utilizan para mostrar el cuerpo sin vida con una determinada consistencia.
Según sus defensores, gracias al formol "la familia se puede llevar un buen recuerdo de su difunto". Sin embargo, hay poderosas razones ambientales para prohibir la preparación de un cadáver inyectando químicos al cuerpo debido al elevado impacto para la salud de las personas y el entorno.
La tanatopraxia consiste en sustituir la sangre por formalina (formol entre el 20 y 35 %). Legalmente, el embalsamamiento del difunto (habitualmente con formol, aunque existen otras alternativas no invasivas) es un proceso solo obligatorio en caso de repatriación a determinados países.
Con la práctica del embalsamamiento se extrae el volumen de sangre y la evacuación de gases y líquidos de las cavidades torácica y abdominal con la inyección de 6 a 10 litros de formol y otros líquidos biocidas.
La disolución de formaldehído ha sido hasta ahora la habitual, aunque hoy en día la industria química ofrece algunos productos alternativos menos agresivos para el entorno, pero peligrosos.
El proceso de embalsamamiento del cuerpo difunto se inició a finales del siglo XIX con el descubrimiento del formaldehído en 1867 por el químico August Wilhelm von Hofmann.
Estética de cera
La industria funeraria lo usa porque esta sustancia reafirma o da firmeza al tejido corporal y eso le da al difunto un mejor aspecto. Sin embargo, obvia la toxicidad inherente de este producto tanto por inhalación en el caso de los tanatopractores como las consecuencias de su vertido en cementerios o en la atmósfera.
Para la aplicación del líquido conservante se practica una incisión diagonal justo por encima de la clavícula izquierda y a través de la arteria carótida con una cánula se puede bombear el líquido embalsamador formado por formaldehído con metanol y otros conservantes químicos.
A medida que el fluido entra en el cuerpo sin vida, este empuja la sangre para que salga por la vena subclavia. Esta operación es lenta, se tarda casi una hora y requiere de ir masajeando las extremidades para que no se formen coágulos y de esta manera toda la sangre sea substituida por este líquido conservante (biocida) o embalsamador.
Una vez que toda la sangre ha sido reemplazada se hace una incisión en el abdomen y se succionan los líquidos gástricos, intestinales y orina. Luego se cosen las incisiones, se limpia el cuerpo del difunto, se ajustan los rasgos faciales y este queda según ellos listo para ser expuesto.
El formol, un tóxico cancerígeno, a la base de la tanatopraxia
El uso del formol en la preparación de un cadáver está prohibida en varios países como: Bélgica, Dinamarca, Holanda, Luxemburgo, Escandinavia (excepto cuando se trata de la repatriación en ataúd a ciertos países).
Lamentablemente, no hay una norma europea única y el lobbie del formol intenta impedir que se prohíba en toda la Unión Europea. Algunas religiones como el judaísmo, el islamismo y el hinduismo lo prohíben expresamente.
La tanotapraxia a menudo también incluye una variedad de prácticas con finalidad estrictamente estética (tanatoestética) cuya función es aplicar externamente diferentes colorantes y productos (ceras, cremas, polvos, etc.) para mostrar al cadáver con un aspecto menos “muerto” (maquillado, peinado, etc.).
El embalsamamiento mal llamado "estético" a menudo introduce el formaldehído para una conservación transitoria en cantidades de entre 260 y los 420 ml por difunto.
Muchas funerarias aconsejan estas prácticas de conservación ante la ignorancia de sus clientes y cobrarles un plus. Pocas personas saben que esta práctica, que es perfectamente prescindible, introduce un biocida que genera tóxicos durante la cremación o contamina el suelo en el caso de la inhumación.
Una profesión con riesgo químico
La tanotapraxia es una profesión que en España no está homologada, pero que se enseña en diferentes centros concertados con las empresas funerarias que otorgan un certificado de profesionalidad, siempre que el centro esté acreditado por el SEPE (Servicio Público de Empleo Estatal).
Los tanatopractores pueden, por tanto ejercer si disponen de este Certificado de Profesionalidad de Tanatopraxia que se aprobó en el 2011.
No todas las Comunidades Autónomas reconocen esta práctica. En 2018 había cinco Comunidades Autónomas en las que los tanatopractores tienen ya su reconocimiento profesional. Estas comunidades son: Galicia, Andalucía, Baleares, La Rioja y Canarias, pero la patronal del sector funerario sigue insistiendo sobre el reconocimiento de esta profesión.
El tanatopractor está destinado a trabajar en una funeraria. Sin desmerecer el esfuerzo que hay detrás de cualquier trabajo, este oficio expone a sus trabajadores (a pesar de las medidas de seguridad que se aplican) a productos altamente cancerígenos durante su práctica profesional.
La tanatopraxia es una actividad que, desde la perspectiva del funeral natural, afecta gravemente a a la salud pública y al medio ambiente.
La inyección de líquidos conservantes en el sistema circulatorio de un cadáver se inicia con el descubrimiento de la circulación sanguínea para frenar temporalmente el avance de la descomposición del cuerpo, pero más como práctica médica que otra cosa.
En el siglo XIX, el militar francés, químico e inventor, Jean Nicolás Gannal (1791-1852) y considerado el padre de la tanatopraxia, experimenta de forma masiva su técnica de la inyección de líquidos conservantes en el sistema circulatorio, en los militares del ejército de Napoleón fallecidos durante la campaña rusa.
A estos les inyectaba soluciones de acetato y sulfato de aluminio, productos nada baratos pero que permitían devolverlos a Francia sin putrefacción para ser enterrados allí.
Luego será el Dr.Thomas H. Holmes (1817–1900) de New York quien inspirado en Gannal hará lo mismo con muchos cuerpos fallecidos durante la guerra de cesión (1861 a 1865).
No todas las culturas la aceptan
Pero no será hasta 1882, cuando el cirujano norteamericano, Joseph Henry Clarke instaura el Cincinnati College of Mortuary Science donde imparte por primera vez los fundamentos de la enseñanza moderna de embalsamamiento.
La inyección de líquidos conservantes se practica sobretodo en Estados Unidos, Canadá y Francia y hoy en día la técnica está muy desarrollada. Algunas religiones como la islámica o la budista la prohíben y otras como la católica la toleran.
En cualquier caso, para una conservación transitoria por razones de repatriación, traslados, etc. es una manipulación del cuerpo difunto innecesaria con los avances actuales tanto en refrigeración como con otras sustancias no invasivas.
Continuar con la utilización de productos químicos tóxicos como el formol o similares es una práctica que por razones ambientales (contaminación del entorno y riesgos para la salud) es no recomendable.