El tratamiento post mortem del cuerpo difunto es algo muy ligado a la cultura de cada lugar. Aunque hay nuevas formas respetuosas y ecológicas para tratar un cadáver, por razones culturales y religiosas no se aceptan.
Parece que la ecología funeraria todavía no es una buena razón cultural para cambiar los ritos funerarios.
Antaño la cremación, argumentada en la época por razones higiénicas, fue un proceso post mortem lleno de polémica. Un siglo después se acepta (la media en el Estado español se acerca en 2022 al cincuenta por ciento). Pero la incineración no es la más adecuada en tiempos de crisis socioecológica como la actual.
Hoy disponemos de tratamientos post mortem de menor huella de carbono. En algunos países (del ámbito anglosajón, sobretodo) hay autorizados estos sistemas funerarios más ecológicos, como el entierro verde, el compostaje humano o la biocremación (hidrólisis alcalina).
En el ámbito territorial de influencia de la tradición católica la incineración fue durante décadas denostada por la élite eclesiástica. A día de hoy se acepta con algunas condiciones, como depositar las cenizas en un cementerio.
Cada vez más personas se cuestionan sobre la bondad ecológica de los tratamientos post mortem autorizados. Lamentablemente, el Gobierno español se hace el sordo e impide los funerales ecológicos.
Hace más de siglo y medio lo mismo pasó con la cremación. Así que es bueno recordar la historia para superar las limitaciones que imponen las creencias. Ayer horrorizaban y mañana convencen.
El verdadero comienzo de la cremación en la edad moderna lo podemos situar en Estados Unidos el 12 de junio de 1876, cuando el Dr. Julius LeMoyne pone en marcha el primer crematorio en Washington, Pensilvania.
El cadáver incinerado fue el del barón Joseph Henry Louis Charles De Palm (1809- 1876), el cual ardió en llamas en un evento anunciado como la primera cremación en la América moderna.
El peculiar funeral de De Palm, miembro de la Sociedad Teosófica (creada en 1875), le trajo notoriedad a este movimiento. Los opositores lo denunciaron como una misión de Satanás, pero lo cierto es que según las crónicas de la época, la cremación de De Palm fue más una demostración tecnológica que un ritual funerario.
Pero fue el comienzo. En Europa el primer horno crematorio se construyó en Alemania en 1878. Sin embargo, las cremaciones se demoraron. La primera cremación oficial no llegó hasta el 1885 y tuvo lugar en el Reino Unido.
En 2022, en Estados Unidos, por ejemplo, había más de tres mil crematorios en los qué se incineraron más de millón y medio de difuntos (el 58 % de las muertes en aquel país).
Se podría argumentar que la incineración triunfa porqué en tres horas no queda cadáver, pero el tiempo también es mínimo en la hidrolisis alcalina e igual en el compostaje comparado con la inhumación.
Sin embargo, en tiempos de crisis energética como la que se está viviendo a nivel planetario, la cremación supone un alto coste ecológico en consumo de combustibles fósiles o electricidad.
Cada vez más personas se interesan por una opción funeraria ecoamigable. La idea de volver a la tierra es quizás la que más prevalece, por eso el entierro directo al suelo en un cementerio verde en los países donde está autorizado tiene una fuerte demanda.
Desde que el compostaje humano o reducción orgánica natural fue autorizado como proceso funerario en Estados Unidos, (con seis estados que lo han legalizado -datos de 2023- y otros en trámite), los servicios funerarios realizados con este proceso ecológico se incrementan día a día.
La aceptación de los nuevos tratamientos post mortem depende no tanto de lo tecnológico como del ritual asociado.
El diseño de un ritual funerario toma en los procesos nuevos una especial relevancia. Por este motivo, la cremación como la biocremación o hidrólisis alcalina (que son procesos de destrucción inmediata y pueden afectar a la sensibilidad de algunas personas) se acompaña de la entrega de un objeto memorial, la urna.
La urna con las cenizas se convierte así en el símbolo para el recuerdo del difunto y con la cual facilitar el proceso memorial. La entrega de la urna es pues el testimonio para consumar un ritual según las creencias de la familia y evitando los estándares de las funerarias.
Por este motivo también la cremación directa tiene cada vez más devotos ya que con las cenizas dentro la urna, cualquier ritual es posible (ya sea con la deposición de las cenizas en un columbario o su dispersión o inhumación en la naturaleza).
De hecho, la aceptación de la cremación por parte de la jerarquía católica se condicionó a un ritual: depositar las cenizas en el columbario del cementerio y prohibir su dispersión en la naturaleza.
Los nuevos tratamientos funerarios de tinte ecológico, especialmente ya sea el entierro en un cementerio verde, el compostaje humano o reducción orgánica natural o la biocremación han establecido sus propios ritos consecuentes.
El respeto pues por la Madre Tierra pasa precisamente por depositar el difunto envuelto en materiaes naturales o inhumando los restos orgánicos obtenidos. De ahí que, por ejemplo, asociado al compostaje humano sus promotores hayan previsto un espacio natural para fertilizar la tierra.
De este modo también hay un lugar visible, memorial, donde los allegados depositen de forma ritual el humus resultante. Sin embargo, en Estados Unidos la iglesia católica ya ha criticado que el compostaje humano es indigno, aunque sus argumentos son inconsistentes.
En términos de la doctrina católica dejar un cuerpo pudriéndose en las profundidades del nicho o tumba de un cementerio debería considerarse menos digno.
En todas las culturas humanas el ritual funerario está ligado a creencias religiosas mayoritariamente. Esta es la principal dificultad para abrir nuevos procesos cuando la política está condicionada o manipulada por alguna creencia.
Si el compostaje humano es un proceso biológico para generar humus (tierra orgánica) y de esta forma volver a la tierra, la creencia católica (por citar la imperante en el Estado español) no debería poder calificarlo de indigno.
Lo mismo se puede argumentar para el entierro directo al suelo en un cementerio verde. Curiosamente, los musulmanes lo hacen en sus países y también en muchos entornos rurales europeos.
En España impedimos los entierros ecológicos directos al suelo escudándonos en razones de salubridad, pero estas no están acreditadas. En otros países, como en el Reino Unido, con regulaciones ambientales estrictas, los cementerios verdes se autorizan sin problema mientras respeten las lógicas distancias a cursos de agua y acuíferos.