Ayudar a comprender el morir es esencial en una sociedad que se considere libre. Tomar consciencia del sentido de la vida es algo que hay que cultivar o atender, especialmente cuando el morir lentamente nos lo propone.
El morir no duele y ha sido históricamente un proceso natural ya sea largo o súbito, tanto si es causado por defectos genéticos, enfermedades, suicidios, accidentes diversos, víctimas de homicidio, ejecuciones, caídos en una batalla, etc.
En el siglo XXI, el incremento en la longevidad del ser humano, ha facilitado la aparición de la degradación cognitiva (demencias, alzheimer) y enfermedades degenerativas (cáncer incluido) producto de alteraciones ambientales, de efectos farmacológicos, de estrés emocional u otras causas no naturales.
Los avances biotecnológicos y el aumento de la esperanza de vida han abierto el debate sobre la dignidad en el morir y han aparecido opciones como la eutanasia o el suicidio asistido. El buen morir es el resultado del buen vivir.
"¿Eres capaz de liberarte para poder experimentar la realidad de la Vida a medida que pasa por delante de ti contigo, a medida que la vives o eres parte de ella? ¿o no?. Porque si no puedes, lo que haces es quedarte en la casilla de salida hasta tu muerte."
Así lo expresaba el músico británico Roger Waters (1943-) en un documental sobre Pink Floyd (1) y lo remataba con "Tienes que mirar más allá del dolor y la ira para ver las posibilidades del amor" al recordar la pérdida de Syd Barret (1946-2006), un miembro de la banda.
Roger Waters, como líder del grupo de rock Pink Floyd, conocido mundialmente por álbumes musicales como The Dark Side of the Moon (1973), Wish You Were Here (1975), Animals (1977), The Wall (1979) y The Final Cut (1983), es un buen ejemplo de un ser humano quién finalmente reconoce sus errores.
Aunque a veces la vida nos pone frente a conflictos de gran intensidad emocional, la clave está en poder trascender los momentos de ira y dolor. Estos estados son los que podemos transmutar para convertirlos en amor. Para ello el perdón es una poderosa herramienta.
La dignidad vital reside precisamente en poder afrontar cada momento que se nos ofrece actuando no desde la reactividad sino desde la paz interior. Uno de estos momentos trascendentes se dan cuando por alguna razón se nos presenta una enfermedad que se advierte como final de vida.
En la medicina actual impera la tendencia de que se puede alargar la vida aunque sea a costa de trastornos secundarios dolorosos. No se explica que la enfermedad o la degeneración puede ser el camino para iniciar el tránsito de vuelta al origen.
Por eso, ni el ensañamiento hospitalario ni la medicalización para frenar el dolor deberían interferir en los procesos terminales de desconexión propios del morir espiritual. La desconexión no duele y precede al proceso físico natural de morir.
Cuando el final de vida no es súbito, la muerte puede acercase a través de una enfermedad sistémica intratable (determinados típos de cánceres, trastornos neurológicos, etc.) o bien por demencia irreversible.
En estos casos la vida nos advierte que se inicia el período destinado a prepararnos para el tránsito final de vida. Sin embargo, en ocasiones, este anuncio de final de vida puede ser también la oportunidad para estimular la voluntad de vivir o para descubrir los mensajes espirituales que toda enfermedad transmite.
Cuando se inicia la degradación corporal, aunque el dolor sea intenso, la persona puede que conserve su raciocinio para preparar su despedida. En la demencia o trastorno neurocognitivo mayor (en todas sus variantes, alzheimer incluido), si la preparación se posterga demasiado, puede que esa demora en la toma de decisiones ya no sea posible.
En España viven un millón doscientas mil personas con demencia, un dato que se prevé que se triplique para el año 2050. Para entonces, se estima que unos 3,6 millones de personas españolas padecerán de demencia (no es lo mismo demencia que alzhéimer, como mucha gente podría pensar).
La aparición de los primeros síntomas de demencia debería alertar para iniciar de inmediato la preparación para el final de vida tanto en los aspectos más materiales como espirituales antes de perder la conciencia.
Sea como sea el tránsito hacia el final de vida, registrar el documento de Voluntades Anticipadas nos permite definir con plena consciencia aquello que NO queremos que se haga con nuestro cuerpo enfermo terminal (documento diseñado para quién no quiera ser víctima del ensañamiento farmacológico o procedimental).
Planificar la despedida o funeral es una recomendación esencial que los expertos en duelo señalan como necesaria. Para ello hay guías publicadas de como proceder (1) (2).
El anuncio de que nuestra vida tiene ya fecha de caducidad tiene un gran impacto emocional y racional. No es fácil acompañar a la persona afectada, aunque sin duda es algo positivo y necesario.
La noticia de la muerte inminente causa un impacto parecido a una pérdida tanto en la persona afectada como en su entorno. La negación, la ira, el desconcierto, las dudas del principio darán, poco a poco, paso a la aceptación. Pero, la ayuda de las personas queridas en este caso puede ser esencial.
Hay algunos aspectos a los que vale la pena poner énfasis tras la aceptación. Cuestiones a las que hay que atreverse para tomar decisiones sobre el final de vida. Las hay de tipo práctico y otras más sutiles, pero no por eso importantes..
El testamento o la forma de repartir nuestras pertenencias materiales, es una de estas tareas básicas que hacer antes de partir. Determinar las personas que tomaran en legado nuestros bienes materiales, desde libros a objetos decorativos pasando por mobiliario, etc., por ejemplo es recomendable.
Luego están los aspectos relacionados con la ceremonia de despedida o funeral y, por tanto, la planificación. Planificar el funeral es lo que permite escoger los productos funerarios (ataúd, urna, vestimenta, ornamentos, etc.) así como textos, músicas, testimonios, etc., que nos gustaría que formaran parte del ritual de despedida..
Curiosamente, cuando la persona toma decisiones sobre como se desprende de lo material y como quiere ser recordado abre un espacio de paz en su corazón y en su mente, pero también en la de los seres queridos. Lo ilustra muy bien la película Cuando ya no esté (2017).
En todo proceso terminal, la fecha final siempre es una incógnita, pero adelantarse a esta también permite una preparación energética o espiritual para el tránsito. “Nunca dejes de lado un sueño solo por el tiempo que puedas tardar en cumplirlo”.
El compartir la despedida también facilitará el duelo a las personas queridas que vivirán la pérdida. De ahí la importancia que cuando no sepa estar en la Vida, la persona debería saber marchar con dignidad y amor por lo que ella nos entrega.
Hay algunas películas, de interés educativo, que ilustran la realidad del proceso de morir. Entre ellas, señalamos el capítulo El final de Vida (1998) de la serie El cuerpo humano de la BBC y el largometraje Sttoped on track (2011).