La industria funeraria es una actividad crítica por su potencial emisión de contaminantes orgánicos tóxicos (TOC).
En las autopsias y la tanatopraxia (conservación transitoria o embalsamamiento) se usan productos químicos peligrosos y tóxicos y la disposición de los cadáveres tratados con estas técnicas, ya desean inhumados en los cementerios o incinerados en los crematorios liberan al medio ambiente TOC.
Un estudio del 2020 del Dr, Willis Gwenzi de la Universidad de Zimbabwe alerta sobre la peligrosidad de los productos químicos usados en las empresas funerarias. A partir de este hemos sintetizado su contenido.
La aparición y los riesgos para la salud de los contaminantes orgánicos tóxicos (TOC, por sus siglas en inglés) en la industria funeraria están relativamente poco estudiados en comparación con otros sectores industriales.
Un número cada vez más elevado de expertos advierten sobre la problemática de la generación de TOC que incluyen productos tóxicos muy persistentes. Las empresas funerarias participan de esta peligrosa contaminación para el medio y la salud humana.
El uso de productos químicos peligrosos y tóxicos por parte de la industria funeraria se centra en dos actividades: el embalsamamiento o tanatopraxia y las autopsias (en menor proporción).
Los factores de riesgo que afectan a la exposición a los TOC están asociados también a las prácticas de entierro o cremación sin control ambiental.
Entre los riesgos para la salud de los TOC señalan:
(1) La toxicidad génica, la alteración endocrina, la teratogenicidad y trastornos en el neurodesarrollo;
(2) El desarrollo de resistencia antimicrobiana;
(3) La alteración bioquímica de los seres vivos a través de la biomimética, y
(4) La alteración de la funcionalidad de los ecosistemas y sus relaciones.
Salvo el formaldehído, cuya peligrosidad está bien estudiada epidemiológicamente y su impacto ecológico en el medio, el resto de los efectos causados por los productos empleados por la industria funeraria son poco divulgados.
Más allá de las medidas basadas en la normativa REACH, la pregunta básica es porqué no se prohíbe el embasalmamiento con productos que generan TOCs. ante los riesgos para la salud de las personas y la naturaleza. A día de hoy hay técnicas no invasivas y que retardan la descomposición cuando esta se requiere.
La industria funeraria se conceptualiza como generadora de emisiones críticas de TOC en el empleo de productos de embalsamamiento, pero también en la preparación y limpieza del cadáver con líquidos antimicrobianos y desinfectantes. Ambas actividades son prescindibles dado el destino final de todo cadáver.
Algunos de estos productos empleados en la industria funeraria se liberan directamente en la red de saneamiento urbano. Otros se liberarán cuando el cadáver se descomponga en el cementerio o sea incinerado en el horno crematorio.
A estos químicos que se inyectan deliberadamente, hay que añadir los metabolitos tóxicos resultantes de productos farmacéuticos, o incluso de compuestos radioactivos (además de drogas diversas en casos de suicidio).
A través de la ingesta diaria también se pueden acumular en el tejido adiposo pesticidas persistentes (p. ej., lindano, DDE), metales pesados y hormonas, así como productos farmacéuticos de uso veterinario.
Durante la cremación estos restos bioquímicos se liberan como contaminantes orgánicos persistentes (COP) del tipo dioxinas, furanos y bifenilos policlorados (PCB). Y en la inhumación llegan al suelo e incluso hasta las aguas superficiales (ríos y riachuelos) e incluso a las aguas freáticas o subterráneas.
Los productos de embalsamamiento o conservación del cadáver son mezclas complejas de productos cosméticos, agentes penetrantes, anticoagulantes, limpiadores y antimicrobianos o germicidas como metanol, formaldehído, glicol, fenol y glutaraldehído.
Los químicos empleados en el embalsamamiento varían considerablemente en términos de marcas y composición: de formaldehído (1-40 %), propilenglicol (1-100 %) fenol (2-40 %), glutaraldehído (10-30 %), metanol (1-100%) y triclosan. Es cierto que este mercado ofrece alternativas sin formol
En Estados Unidos donde esta práctica está ampliamente extendida, han detectado formaldehído, glutaraldehído y fenol en entornos laborales y en el medio ambiente. Por ejemplo, se detectaron 87.100 ng/l (mediana) y 561.000 ng/l (máximo) de formaldehído en aguas residuales de embalsamamiento en Ontario, Canadá.
En Nigeria, se ha observado y advertido que el 57 % de las muestras de agua subterránea cerca de las tumbas tenían concentraciones de fenol (0,1-2,6 mg/l) que eran más del doble de lo que permite la normativa nigeriana para la calidad del agua potable.
Debido a la toxicidad del formaldehído tanto para el medio ambiente como para los profesionales, se ha desarrollado una amplia gama de productos químicos sintéticos de menor toxicidad.
Una revisión reciente del catálogo de productos para la tanatopraxia muestra que en el mercado hay más de 30 formulaciones orgánicas para fluidos de embalsamamiento, que se utilizan como alternativas al formaldehído.
Los productos para el preparación y limpieza del cadáver incluyen productos antimicrobianos (p. ej., triclosán), repelentes de insectos (p. ej., N,Ndietil-m-toluamida, también conocida como DEET), agentes de protección solar como filtros ultravioleta (p. ej. oxibenzona) y surfactantes (p. ej., nonilfenoles) , entre otros.
Se ha detectado triclosán, DEET, oxibenzona y nonilfenoles y sus metabolitos en aguas residuales del proceso de embalsamamiento. Por ejemplo, se detectaron 18.000 ng/l (mediana) y 505.000 ng/l (máximo) de triclosán utilizados tanto en productos de embalsamamiento como en productos de la preparación del cadáver.
En el mismo estudio, se detectaron 53,6 ng/l (media) y 3.280 ng/l (máximo) de DEET. También se apreciaron nonilfenoles y sus metabolitos con las siguientes concentraciones (media; máxima): nonilfenol (14.000 ng/l), monoetoxilato de 4-nonilfenol (7.200 ng/l) y dietoxilato de 4-nonilfenol (5.500 ng/l).
Los productos de limpieza corporal son omnipresentes debido a su uso generalizado en productos para el hogar que incluyen una mezcla compleja de contaminantes emergentes activos, no biodegradables y pseudopersistentes.
La industria funeraria es menos intensiva en este tipo de productos, pero especialmente los desinfectantes podrían evitarse. Para la limpieza de un cadáver se podrían emplear productos con tensoactivos o surfactantes ecológicos de origen vegetal que se caracterizan porqué aumentan la capacidad del agua para disolver la grasa y todo tipo de suciedad y se biodegradan tanto en el agua como en el suelo.
Todos los seres vivos del planeta están co-expuestos a los productos químicos de la actividad humana causantes de contaminación y de incrementar los factores estresantes para su salud.
Pero en el caso de la industria funeraria, se trata simplemente de dar tratamiento adecuado a un cuerpo sin vida que precisa ser eliminado con el mínimo perjuicio para la salud colectiva y del entorno.
Los centros de formación de tanatopractores argumentan que se trata de un oficio de futuro, pero no explican el impacto ambiental de las técnicas de conservación de un cadáver usando sustancias con riesgo químico y productos biocidas. El negocio de la química funeraria es fabuloso.
La desinfección del cuerpo con germicidas para luego inyectar los productos que permitirán retardar la descomposición del cadáver es una conservación transitoria de notable impacto ecológico y para la salud, para unas pocas horas.
Es cierto que actualmente la mayor parte de los líquidos arteriales y de conservación van libres de formol, pero siguen empleando sustancias químicas tóxicas y peligrosas, aunque no de la magnitud del formaldehído.
Todas las técnicas invasivas de conservación suponen añadir carga de contaminantes al cadáver por lo que afecta al impacto ambiental una vez se le de el tratamiento post mortem escogido.
Lo que no tiene sentido alguno es que por razones de tradición o estéticos se utilicen productos químicos tóxicos para los trabajadores, la salud colectiva y del entorno natural. Hay que advertir además que los efectos contaminantes de toda la química funeraria se trasladan al medio ambiente.
La contaminación de la industria funeraria tratando con química tóxica al cadáver es da tanto si este es inhumado en un cementerio convencional con tumbas o nichos de hormigón o si incinerado en un horno crematorio.
Precisamente, en los países donde está permitido el entierro natural directo al suelo, todos los arreglos de tanatopraxia (suturas, taponamientos, etc.) y de arreglo y conservación del cadáver están estrictamente prohibidos.
Este estudio de Willis Gwenzi (2020) advierte además del impacto también de otras sustancias presentes en el cuerpo difunto procedentes de los tratamientos médicos que haya recibido e incluso de la nutrición.
El autor destaca que todos ellos son en microdosis comparados con los 13 litros de líquido conservante con mezclas de componentes químicos tóxicos que se emplean en cada tanatopraxia en los Estados Unidos.
Va siendo hora que las personas conozcan, antes del final de la vida, las consecuencias de los servicios funerarios de arreglo y conservación transitoria del cuerpo (tanatopraxia o tanatoplastia).
Desde esta plataforma advertimos del grave impacto ecológico que estas prácticas funerarias que afectan a la salud de las personas y al entorno natural.