El rito fúnebre sirve al duelo y hacer llevadero el dolor de la pérdida de un ser querido. Toda pérdida nos sumerge en un vacío enorme que precisa ser vivido.
Los ritos fúnebres existen para dar sentido a la vida que se inicia tras el morir del ser querido.
Los ritos y las creencias contribuyen a moldear las emociones que nos azotan tras la pérdida de un ser querido.
Para ello la familia y la sociedad antaño preparaba a sus miembros para el morir desde el inicio de la Vida.
Hoy, nuestra sociedad consumista ha dejado en el olvido los ritos enraizados con nuestra esencia en armonía con la naturaleza.
Hoy, simplemente nos abrazamos a un ceremonial donde somos meros espectadores. La persona fallecida es un ser querido de sus familiares y amigos y no de los empleados de la funeraria. (por buena voluntad que estos pongan de su parte).
La planificación del rito fúnebre debería ser diseñada por el interesado antes de su deceso y conocida por la familia o seres queridos.
¿A cuántas ceremonias funerarias hemos asistido? ¿Cuántas veces al salir de las mismas nos ha quedado la sensación de vacío por sentir que la despedida del ser querido no ha sido intensa como merecía?
El primer paso de un buen duelo es un rito fúnebre adecuado e implicarse en la despedida de las exequias del fallecido. Algo que a día de hoy es casi siempre de poca intensidad por las prisas que se imponen al rito fúnebre. Sin duda hay otra manera de ser parte del nacimiento a la eternidad.
Tras un deceso surgen algunas preguntas en el corazón de los que permanecen. Preguntas que deberían ser respondidas por los rituales personalizados y los gestos que conectan la pena con la esperanza.
Atrevernos a superar el sentimiento de los asuntos pendientes con el que partió es o debería ser la función de la ceremonia funeraria.
Homanejear la presencia perdida
De ahí que aún siendo simples espectadores de un funeral, deberíamos poder homenajear la esencia de lo que perdemos.
En el diseño de cualquier ceremonia funeraria debería haber pequeños gestos de conexión entre estos dos mundos que se abrazan frente al ataúd. Gestos que a los asistentes les lleven a gravar en el corazón lo más intimo que legó el finado que con su partida deja familiares y amigos huérfanos.
Una presencia que se enraíza en nuestra esencia precisamente en este acto ritual de la despedida. De ahí que no deberíamos dejarnos arrebatar su preparación por la estandarización ceremonial de cincuenta minutos máximo.
Los expertos en duelo defienden que los ritos fúnebres ayudan a la recuperación psicológica. Así, por ejemplo, pequeños actos psicomagia en la ceremonia funeraria podrían ayudar al proceso de recuperación psicológica.
Y reconocen que hay que atreverse a subvertir las reglas de lo políticamente correcto que se han instaurado en los guiones de las funerarias modernas.
Los asuntos pendientes pueden ser aquellos pensamientos, actividades realizadas, conversaciones que tuvimos, etc. que cuando se recuerdan inquietan.
Son asuntos que por diversas causas cuando asaltan la memoria provocan frustración, tristeza, amargura o incluso nostalgia. Es un malestar psicológico que recuerda a un timbre que suena cuando menos uno piensa e interrumpe su paz.
Los asuntos pendientes solo pueden resolverse cuando se neutraliza la culpa, la ira, o la rabia que provocan. Por eso es importante resolverlos.
A menudo la muerte arrebata sin aviso a un ser querido con el que se tenía algún asunto pendiente. Para poder hacer un buen duelo es imprescindible sanar los asuntos pendientes.
Cuando no hay posibilidad de zanjar el asunto frente a la persona con la que tenemos el asunto pendiente, sólo nos queda la ceremonia fúnebre.
Es en aquella pues donde tenemos la posibilidad de neutralizar lo que sentimos pendiente.
A veces basta simplemente, escribir lo que le diríamos y dejarlo en su tumba o dentro del ataúd. Pero algo tan simple y tan poderoso no está previsto en los ritos funerarios actuales.
También una meditación personal frente al fallecido durante la vela puede ser sanadora. Este tipo de ritos son importantes, pero nuestra sociedad no educa para ello.
Dejar asuntos pendientes nos pone en manos de psicólogos que con toda la buena intención harán lo que podrán.
Un simple gesto en la ceremonia fúnebre de despedida puede ser definitivo para disolver un asunto pendiente enquistado por poco o mucho tiempo, no importa.
En la elaboración del duelo un buen rito fúnebre es importante facilitar la apertura del corazón al dolor que emerge. Hay que ser conscientes de que recorrer el camino que se abre tras una pérdida sentida requiere de tiempo
Finalmente, una ceremonia de despedida de una persona fallecida requiere también de atender la salud propia, gozar de las pequeñas cosas de la vida, de pedir ayuda, descansar o divertirse.
En esta línea es muy interesante lo que propone una madre fallecida a toda su familia tras su funeral en el film Cuando ya no esté.
Y es que centrarse en la vida y en lo que esta sigue ofreciéndonos a los vivos debería ser el principal objetivo de la ceremonia fúnebre o despedida de un ser querido.