El misterio de la muerte no es lo que le ocurre al cuerpo físico, el gran misterio sigue siendo el destino de nuestra conciencia. La ciencia sigue aportando datos sobre el fenómeno de la “luz al final del túnel". Curiosamente, ciencia y filosofía acercan posiciones sobre el proceso de morir.
Muchos filósofos se pasan la vida reflexionando sobre el sentido de esta. Hoy más allá de toda filosofía, muchos sabios lo dejan claro, sólo existe una realidad: la del presente y gozarla, más allá de lo que acontece a nuestro alrededor, es la gran moraleja de la Vida.
Vivimos gracias a que estamos muriendo continuamente y morimos porqué hemos vivido continuadamente y es este ciclo vida-muerte que marca nuestra existencia. Por eso imaginar el día de nuestra propia muerte
La Iglesia católica insiste en que sus filigreses deben evitar la cremación y está prohibido dispersar las cenizas. Sin embargo, aprovechando su poder político presionan al gobierno español para que este obligue depositarlas en cementerios pagando las tasas correspondientes.
La manera de vivir, la actitud ante la vida determinará en gran medida nuestro comportamiento ante la muerte. En las conductas cotidianas más simples se esconden gran parte de lo que nos hace falta para sentirnos mejor...
El funeral es a menudo el último tema sobre el que uno quiere pensar... reiteramos la importancia de detallar nuestros deseos para la ceremonia despedida no sólo en lo más material (ataúd, urna, flores o no, etc.) sino sobretodo también en lo inmaterial (en qué lugar, cómo queremos que sea el ritual, etc.).
Según la teoría de los científicos Roger Penrose y Stuart Hameroff existe una interacción cuàntica que podríamos asimilar a lo que llamamos alma y por tanto, tras la muerte del cuerpo físico, ésta no moriría o se desvanecería como la matería, sino que regresaría al universo cuántico con el que comparte el universo material.
En una sociedad cada vez menos religiosa es imperativo reivindicar que se abran los espacios públicos civiles, incluso algunos de históricos, para que se puedan celebrar despedidas fúnebres laicas o civiles.
Uno de los gestos más sencillos frente a un ser querido en estado terminal es el contacto entre las manos. La atención cariñosa en el final de la vida nos ha sido arrebatada por el nuevo orden mundial. Por eso hay que valorar morir en casa en lugar de un hospital.