La mortaja o sudario es como se denomina una pieza de ropa, similar a una sábana, utilizada para envolver el cuerpo de un difunto sin necesidad de ataúd e inhumarlo en el suelo o en la tumba.
El término mortaja proviene del latín mortualia, que en lengua castellana evoluciona con la guturalización de la jota. Como vocablo latino aparece en el poeta y escritor romano Gneo Nevio ( 261 - 201 a. C.) quién la cita como vestimenta de luto y también como sudario para envolver el difunto.
La costumbre de amortajar se practica en diversas religiones y culturas del mundo (especialmente los hindúes, musulmanes y judíos, algunas comunidades africanas y ciertas ramas cristianas); cada una lo hace con sus propias normas y especificaciones.
En el culto judío, por ejemplo, la mortaja es de lino blanco ("tajrijin") y con ella se envuelve el cuerpo previamente lavado del difunto. Se cierra con hilo cosido a grandes puntadas ya que se considera que su uso queda limitado hasta que el cuerpo se desintegre dentro de la tumba o en el suelo.
Se ha convertido en una pieza básica cuando se trata de entierros naturales. La mortaja habitualmente es blanca, dado que para muchas culturas este color se asocia a la pureza y por ello se emplea este color en muchos ritos funerarios.
Amortajar un difunto no es complejo, es ecológico y es relativamente asequible en términos económicos. La idea de un entierro natural con un cuerpo envuelto en un simple sudario resulta cada vez más atractiva para muchas familias (ajenas a los ritos religiosos que ya lo imponen). Lamentablemente, en la tradición del Estado español el amortajar no esté ni implantado ni autorizado sin ataúd.
Cuando amortajamos a un ser querido, participamos en un ritual de respeto y cuidado de la persona fallecida. Es una práctica antigua y el arte de envolver en la mortaja se transmite de generación en generación. Sin embargo, no es menos cierto que envolver un cuerpo sin vida para depositarlo en el suelo es algo instintivo.
Además de ser una tradición consagrada, actualmente, los sudarios son también un producto de consumo para entierros verdes, incineraciones o entierros convencionales.
Dependiendo del cementerio y de la ceremonia que prefiera la familia del difunto, el cadáver puede ir amortajado directamente o colocado dentro de un ataúd biodegradable como los féretros de mimbre.
Hoy los sudarios fúnebres que se venden se han tejido con fibras naturales, con tintes vegetales, y facilidades para que el cuerpo quede bien amortajado. En las culturas donde se amortaja incluso hay la tradición de bordarlos o personalizarlos.
Cuando se recoge un cadáver para ser trasladado al tanatorio y "preparado" de forma impersonal en sus dependencias asépticas se hace con una bolsa estanca fúnebre (las hay de biodegradables). Por tanto, desde un punto de vista higiénico o sanitario la exigencia de colocar el cadáver en un ataúd es una imposición sin argumento. Se trata puramente de una cuestión económica para engrosar las arcas de las funerarias.
En la mayoría de las culturas donde se practica el amortajamiento, esta es la guinda que se pone al lavado ritual y la preparación del cuerpo para el viaje a la eternidad.
El sudario en estas tradiciones es ligero y volátil para que el espíritu sea libre de viajar también.
El amortajamiento es una práctica que permite honrar el cuerpo de la persona que ha fallecido y sirve de consuelo, pues los seres queridos así pueden proteger su cuerpo por última vez.
Algunos autores comparan el sudario al capullo de seda que teje la oruga para prepararse para la crisálida que la convertirá en mariposa. El ataúd es un recipiente que por su densidad nos aleja de la visión de un proceso de retorno liviano a la naturaleza.
El cuerpo del ser querido ha muerto y su cuerpo vacío de vida es la prueba de esta metamorfosis del espíritu que lo contenía.
Estamos hechos de polvo de estrellas y la acción de amortajar envuelve de forma sutil y estética un cuerpo que retorna a la materia estelar que nos dio Vida hasta el momento de partir.
Los sudarios o mortajas que se fabrican sobretodo destinados a entierros naturales son tejidas con materiales biodegradables como el tejido de bambú, algodón o lino, sin blanquear y resistente para el exterior. El tacto es de vellón suave cubierto de muselina en la base interior, y simples cintas de algodón que se atan a anillos de madera local acabados con cera natural o aceite de linaza.
Los bordes están rematados y todas las costuras y lazos están cosidos con doble puntada. Todos los materiales del sudario son respetuosos con los cementerios.
En apariencia uno puede apreciar que se trata de un simple pedazo de tela, pero se ha diseñado para soportar el peso del fallecido, con asas para el transporte y correas para que el amortajamiento sea estable.
En algunos casos estos sudarios ecológicos están preparados para ir sobre una plataforma, en otras para colocarlos dentro de un ataúd de mimbre, por ejemplo.
A modo de curiosidad, en la serie televisiva Six feet under (A dos metros bajo tierra) en el episodio que se entierra a uno de sus protagonistas, Nate Fischer, su funeral se preparó con sudario de Kinkaraco, un fabricante norteamericano.
La tela del sudario también se confecciona con lino europeo en blanco marfil. El uso del lino para sudarios es muy antiguo y de hecho así se cita ya en el Nuevo Testamento respecto a la tradicional preparación funeraria judía de Jesucristo por José de Arimatea y Nicodemo.
En el Reino Unido, la mortaja es un método para transportar un cadáver al igual que lo es un ataúd. La norma legal es que "es un delito exponer un cadáver cerca de la vía pública, ya que esto atentaría contra la decencia pública". Por lo tanto, un cadáver debe ser cubierto en público, pero el método para hacerlo depende enteramente de la persona responsable del traslado del cuerpo.
Esta norma legal claramente racional junto al auge del interés por el funeral ecológico ha impulsado el interés por el sudario en lugar del ataúd. No se trata sólo del precio, aunque un sudario de calidad no cuesta más de unos cuatrocientos euros. Más allá del precio, el sudario permite que la familia puede acceder a una experiencia de despedida más vivencial.
En el Reino Unido se organizan talleres, existen videos e instrucciones sobre como amortajar correctamente. Y es que envolver un difunto con un sudario es una actividad que puede hacer la familia como parte del ritual de cuidar a su ser querido fallecido.
A día de hoy, el lavado y preparación del difunto en el Estado español lo realiza el personal de la funeraria. La falta de cultura en el cuidado del fallecido es también la causa de que no se avance hacia un tratamiento post mortem basado en la simplicidad y lo vivencial como algo experiencia íntima de la familia.
Es el momento de que se asuma que una persona recién fallecida no es un foco de gérmenes patógenos (salvo unos pocos casos de enfermedades infecciosas tropicales) y que por tanto con el difunto envuelto en un sudario basta para que el poco rato que está expuesto lo haga de una forma digna y segura para los funerarios, la familia y los allegados.
Definitivamente, sólo perdiéndole el miedo a la muerte, podremos avanzar para conseguir ceremonias fúnebres seguras, dignas y ecológicas.