Los cementerios deberían ser lugares fértiles ara renovar la vida en lugar de que ser almacenes de personas enterradas y convertir su recuerdo en naturaleza. Deberíamos impulsar un nuevo concepto de cementerio más natural, centrado en la fertilidad en todos los sentidos.

Los cementerios deberían ser lugares para renovar la vida en lugar de que ser almacenes de enterrados. En realidad, la población del planeta Vida que nos sustenta la forman mayoritariamente súbditos del reino vegetal.

Lo llamamos planeta Tierra, pero debería llamarse planeta Vida. Este es el mensaje que hace años algunos biólogos defienden (1). La verdadera  particularidad de nuestro planeta no es la tierra, ni los océanos, sino esta delgada capa que lo recubre todo llamada biosfera.

La biosfera es esta fina capa en la que bulle la biomasa de materia orgánica organizada, que se renueva constantemente y a la vez mantiene los procesos biogeoquímicos de un planeta obstinado en sustentar la Vida desde hace más de tres mil quinientos millones de años.

Si a nuestro planeta lo llamásemos Vida, nosotros seríamos sus habitantes, los “vivos”. Puede que comprendiendo mejor que significa ser vivo, celebraríamos la muerte en lugar de condenarla.

La muerte como estrategia para vivir
Entierro natural en el cementerio verde de Utrecht en Holanda. Foto: NBPU.

La  muerte es precisamente la gran herramienta de este planeta para dar Vida, pues nos enseña que donde acaba un ser vivo o un proceso vital empieza otro; un animal o una planta muere pero sus materias se convierten en elementos para dar más Vida.

Una presa en las garras de su depredador es en realidad vida, al igual que la hormiga que queda atrapada en las pegajosas hojas de una planta carnívora. Por eso algunas culturas ancestrales celebran la vida que muere pero les da de comer y bendicen cada animal cazado o planta recolectada que les nutre.

Sí, aunque parezca una paradoja, el ciclo de la Vida lo mantiene vivo la muerte. Por eso, nuestros espacios de descanso, de celebrar el final de la vida para ser nueva vida, no serían almacenes para cadáveres en agujeros de cemento, sino espacios arbolados o revegetados donde la materia orgánica sin vida se convirtiera en fertilidad.

Entonces cada persona, mientras viviera, podría imaginar si ser el alimento o vida para un tejo, para un roble, o simplemente ser fértil para las gramíneas de una pradera.

Los cementerios fértiles del planeta Vida serían los espacios naturales, no lugares donde inhumar carne en putrefacción, sino espacios de memoria ya que gracias a los ancestros, estamos temporalmente vivos para luego ser de nuevo posibilidad de vida para nuestra descendencia, nuestra humanidad.

Los cementerios deberían ser lugares para renovar la vida en lugar de ser almacenes de enterrados. En realidad, el planeta Vida que nos sustenta, la forman mayoritariamente súbditos del reino vegetal.

La muerte como homenaje a lo natural

Debemos rendir homenaje a estos pobladores verdes, que viven en tierra, en las aguas continentales y el mar. El Reino Vegetal tiene una increíble inteligencia ya que gracias a las plantas tenemos continuidad en la eterna fertilidad del planeta Vida. 

El mundo vegetal, a pesar de nuestro desprecio, sigue siendo generoso y nos da vida gracias a la transpiración de cada árbol, al oxígeno fabricado por cada planta, a las hojas verdes comestibles, los frutos y todo lo que nos dan como alimentos saludables.

Para los súbditos del reino vegetal, la fertilidad del suelo es esencial. En agradecimiento deberíamos donarles nuestra fertilidad terminado el ciclo vital del cuerpo humano efímero.

Si la imagen icónica de descansar mientras estamos vivos es estar bajo la sombra de un árbol, como bien representa el ideograma chino del concepto “descansar”, así  lo argumenta el naturalista Joaquín Araujo, pues descansar para siempre descomponiéndonos, debería ser en el regazo de las raíces de un árbol.

Este planeta necesita serenidad, que nuestros muertos descansen en paz, que nuestras aspiraciones estén llenas de transparencia, de vivacidad, de simplicidad, de lentitud, de levedad, de sentido común; en definitiva, que la vida no siga perdiendo enteros,

Nuestro mejor regalo al planeta que nos acoge es que nuestra muerte sea convertida en más Vida. El sector funerario actual debería impulsar un nuevo concepto de cementerio más natural en todos los sentidos. En definitiva, otra forma de entender la gestión de los cadáveres humanos.

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