En determinadas condiciones, los cuerpos no se descomponen, sino que se da una momificación natural, un fenómeno que los radiestistas conocen bien. La momificación puede producirse de forma espontánea, sin intervención humana.
Cuando morimos lo habitual es que la materia orgánica de nuestros tejidos y órganos empieza a descomponerse. Un conjunto de procesos que son bien conocidos por la ciencia de la antropología forense.
La momificación, en cambio, es un proceso por el cual los tejidos se secan, se deshidratan y se conservan por siglos. Diversas culturas antiguas, como los egipcios, los persas y algunas culturas andinas practicaron la momificación aplicando procesos físico-químicos.
Curiosamente, bajo determinadas condiciones ambientales y telúricas, la naturaleza también lo hace sin más.
Una momia es un cadáver, que mantiene la estructura corporal intacta la cual perdura a lo largo del tiempo. La momia conserva pues los restos de tejidos blandos secos adheridos a los huesos.
La momificación puede producirse de forma espontánea, sin intervención humana. Históricamente se ha conseguido el cuerpo incorrupto aplicando sustancias que impidan la descomposición en lo que se llama embalsamamiento.
En Europa, algunos de estos difuntos momificados de forma natural se encuentran enterrados en lugares sagrados, especialmente, iglesias y criptas.
Los expertos aseguran que las criptas excavadas en el subsuelo de muchas iglesias europeas, son lugares típicos donde se produce la momificación.
Los científicos argumentan que esto es debido a la temperatura, una buena ventilación, y a la sequedad en el ambiente.
Otras causas naturales
Otro de los sitios favorables a la momificación natural son los pantanos y lógicamente los glaciares. Una de las momias europeas más antiguas es el llamado hombre de Oetzi que se encontró congelado en un glaciar de los Alpes.
En las zonas andinas próximas al desierto de Atacama en Chile, un lugar extremadamente seco, se encuentra la antigua cultura Chinchorro la cual practicaba la momificación natural.
En cualquier caso la ciencia argumenta las condiciones microambientales como factor para la momifican al difunto: sequedad extrema, acidez del suelo, salinidad, bajas temperaturas, etc.
El estudio de los cuerpos momificados históricos aporta datos interesantes para la ciencia ya que permiten conocer la vida y muerte del difunto en su contexto geográfico y social.
Por el momento, no es fácil en términos del conocimiento científico, crear las condiciones ideales para la momificación natural.
La Tierra expulsa diversas radiaciones, a través de las llamadas redes telúricas. En algunos casos estas emanaciones energéticas, como la del gas radón, las podemos medir con aparatos sensibles. Pero, hay energías que sólo detectamos con nuestro cuerpo cuando se tensa sutilmente.
Esta es la práctica del radiestesista dotarse de unas varillas que amplifiquen las reacciones de su cuerpo ante las vibraciones o emisiones geobiológias.
La radiestesia, como ciencia, como arte, como disciplina o como quiera que se la quiera denominar, se conoce y aplica desde tiempos inmemoriales.
La jerarquía eclesiástica siempre la ha practicado, y los miembros de la orden mediaval de lo Templarios fueron grandes maestros en el arte de determinar y utilizar las energías teluricas.
Una de las aplicaciones de estas energías telúricas era conseguir los llamados cuerpos incorruptos. Para ello escogían un lugar de entierro con un determinado nivel de energía telúrico. Estos sitios estaban reservados a personajes santos o de la jerarquía eclesiástica.
El cuerpo incorrupto tras la muerte se asoció a la cualidad de santidad otorgada por la Iglesia católica. La incorruptibilidad venía a ser el reconocimiento "divino" a una vida ejemplar virtuosa.
Sin cuestionar la santidad de ninguno de aquellos personajes, según los radiestisistas hay evidencias de entierros sobre un vórtice de energía telúrica. Y estos vórtices energéticos impedían la descomposición, momificando el cadáver.
La detección radiestésica
La detección de un vórtice energético se basa en la biosensibilidad del cuerpo humano que emplean los radiestesistas. Sin embargo, no fue hasta mediados del siglo XX que a esta sensibilidad se le puso una escala métrica.
Esto es lo que permite el biómetro de Unidades Bovis, un método desarrollado por el radiestesista francés André Bovis (1871-1947) y mejorado definitivamente por el físicoe ingeniero André Simoneton (1893-1983) en su publicación anticipada en 1949 titulada Radiovitalité des aliments y ampliada en 1971 con el título de Radiation des aliments.
Una UB (unidad Bovis) es una unidad energética que equivale a un Angstrom (Å). Pero en el mundo de la geobiología se usa este término de unidades bovis.
El biómetro no es más que una escala de referencia que permite medir el nivel vibracional de un lugar. Empíricamente sabemos que los lugares con un nivel vibracional de más de 19.500 UB a 24.500 UB facilitan la momificación de un cuerpo entero.
Lamentablemente, muchas de las momias, fueron enterradas en un lugar de alta vibración y luego cuando ya estaba momificado el cuerpo se trasladaba a otro lugar más visible par su exhibición al público.
Todo ello lo documenta el radiestesista Epifanio Alcañiz en su obra Radiestesia, la percepción olvidada (2016) donde explica los casos de momificación de determinadas santidades.
Ello lo ha demostrado, primero, momificando por su cuenta cadáveres de pequeños animales sobre vórtices energéticos. Y en segundo lugar aportando las mediciones de vibración de los sitios donde se enterraron personajes que conservan el cuerpo incorrupto.
De la misma forma que sabemos que la energía telúrica de determinados lugares puede enfermar a la gente sensible, hoy sabemos que otros actúan favoreciendo la momificación de un cadáver.
En el estudio de estos vórtices energéticos se observa que en la vertical de estas zonas se genera una gran ionización positiva, la cual contribuye a la creación de radicales libres en nuestro organismo que inhiben la descomposición.
En cualquier caso, la momificación natural es un fenómeno que se aprovecha para dar una dimensión espiritual a la muerte.
La momificación natural es un proceso realmente sorprendente que nos muestra otra cara de las energías telúricas.
En España disponemos de un buen número de cuerpos santos momificados. Entre ellos el de Sant Oleguer, Santa Teresa de Jesús, Santa Ángela de la Cruz e incluso el rey-emperador Carlos I, actualmente enterrado en el panteón de los Reyes del Escorial (1).
Fuera de estos casos de personajes bien conocidos por conservarse con el cuerpo incorrupto, hace unas décadas aparecieron un buen número de cuerpos momificados en la vieja iglesia de la Asunción de Quinto (cerca de Zaragoza).
Una quincena de estos enterramientos se han conservado de una forma tan excepcional que carece de precedentes en el resto del mundo.
¿Qué había llevado a aquellos cuerpos a mantener su gesto, la piel, el pelo o la postura de las manos? La respuesta sigue en el aire, a pesar del exhaustivo de estas momias.
El Museo de Momias de Quinto se ubica en el interior de una antigua iglesia – fortaleza denominada el Piquete y alberga una colección de 15 cuerpos momificados de forma natural siendo expuestos en el mismo lugar donde fueron inhumados, lo que le permite ser el primer museo de estas características de nuestro país.
Entrar al Piquete es como trasladarse a una época pasada. Un lugar donde confluyen energías de años atrás, con el conmovedor olor a la Guerra Civil que el edificio desprende y con el escalofrío que uno siente al mirar a la vida y a la muerte al mismo tiempo, muy de cerca, cara a cara… Visitar este museo con respeto es una experiencia inolvidable.
Otro espacio de exhibición de cuerpos momificados en España lo tenemos en la cripta de las momias de Liétor ubicada en el ExConvento Carmelitas Descalzos de Liétor en Albacete.
La mayoría de las momias de la cripta de Liétor tenían que ver con los hermanos frailes que llegaron a pertenecer a la orden de los Carmelitas Descalzos, pero también con algunos feligreses de cierta condición económica y social. Todos ellos esperaban la "eternidad" con las manos entrelazadas en posición de rezo.
Las momias creadas por la naturaleza, sea por las condiciones ambientales o telúricas, sigue siendo un reto para la ciencia. Y es que como advierta el poeta indio, Rabindranath Tagore (1861-1941): "La muerte no es extinguir la luz; es tan sólo apagar la lámpara porque ha llegado el amanecer".