La muerte cuando se nos acerca siempre nos invita a madurar pues con la muerte del otro apreciamos más la vida. La certidumbre de la muerte es la que nos da valor a la vida. En palabras  del escritor francés André Malraux (1901-1976) “La muerte sólo tiene importancia en la medida en que nos hace reflexionar sobre el valor de la vida”.
 
De modo que la muerte nos hace pensar, aunque la sociedad contemporánea cubre la muerte para que sea un tabú. Hoy ocultamos la muerte por la angustia y el miedo que nos genera.

La pandemia del Covid-19 de 2020 contribuyó a incrementar el miedo a la muerte merced a inocular en los medios de comunicación plantearios una amenaza global vírica a la supervivencia humana.

Una de las formas de superar el miedo a la muerte es pensarla y entre los recursos más asequibles está el escribir epitafios (incluso hay concursos).

Escribir epitafios, dejarse seducir por esta forma poética de ver la muerte, no sólo resulta terapéutico, sino que es un recurso útil para reflexionar sobre el valor de la experiencia vital.

Los epitafios son una forma literaria antigua y bien estudiada; pero más allá de su valor lingüístico, el epitafio sigue siendo útil en la actualidad como invitación a superar el miedo a la muerte.

Una forma de la epigrafía funeraria
Pieza funeraria de hace unos 1400 años, usada como lápida para sellar uno de los sepulcros en un cementerio del antiguo asentamiento de Nitzana al sur de Israel. El texto se refiere a la «Beata María, que vivió una vida inmaculada».

El término epitafio proviene del latín tardío ‘epitaphĭum’ -que significa ‘oración fúnebre’- y éste a su vez del griego ‘epitáphios’ cuyo sentido es ‘al pie de la tumba’).

Cuando el epitafio está realmente inscrito en la tumba también recibe la denominación de epigrama. El epitafio forma parte de la epigrafía funeraria.

En las civilizaciones antiguas estas inscripciones en la tumba asumían ser una invocación a alguna deidad que protegiera al fallecido en su tránsito.

Con la llegada del cristianismo tres el Imperio Romano, las frases de los epitafios tomaron el tono religioso para salvar el alma del fallecido.

El epitafio se convierte en uno de los géneros poéticos más practicados durante los siglos XVI y XVII, tanto en latín como en lenguas vulgares.

El lenguaje de los epitafios
Epigrafía Funeraria Romana ubicada en la colección epigráfica del Museu de Arqueología de Cartagena en la que se mezcla la decoración escultórica, un relieve con escena de trabajo agrícola, con texto.

El epitafio se erige como una forma textual con fines sociales ya sea con funciones de consolación, social cuya finalidad consolatoria, de alabanza o incluso burlesca.

En realidad, a menudo, el epitafio se plantea más como un desafío a la muerte ya sea con recursos lingüísticos eufemísticos, metafóricos o irónicos. Existen estudios al respecto como la monografía El lenguaje de los epitafios (2014)

El epitafio también se ha empleado como recurso literario para construir ficciones relacionadas con la muerte. Es así como hay recopilaciones de epitafios jocosos, religiosos, laudatorios, etc..

Los epitafios pueden ser simplemente una identificación del difunto con sus fechas vitales, señalar alguna pertenencia social o interpelar al paseante con una llamada de atención a la reflexión sobre la muerte, un elogio de las virtudes del difunto o implorar por la salvación de su alma.

Los recursos lingüísticos empleados en los epitafios son de lo más variado ya que emanan de la ineludible necesidad de referirse a la muerte y de su vinculación social como recuerdo memorial ficticio o real (elogio del finado, consuelo para los familiares u otras finalidades).

La metáfora, la hipérbole, son los recursos más usados dado que permiten una visión más acorde para “saltarse” la muerte como la típica idea "no lloréis por mi, porqué no he muerto, simplemente, he empezado a vivir desde la luz y la paz".

La metáfora es un recurso lingüístico que permite profundizar en el conocimiento que tenemos del mundo, y facilita el entendimiento del otro desde su capacidad cognitiva. Pero sobretodo es también una proyección de lo concreto a lo abstracto.

Una aproximación poética a la muerte
Estela de Sinarcas, de la civilización íbera, en piedra calcárea, del siglo I que se halla en el Museo de Prehistora de Valencia (1).

El epitafio a día de hoy es la inscripción en la lápida del difunto a modo de recuerdo que sintetiza su periplo vital o su personalidad.

Aunque el diccionario advierte como definición “inscripción que se pone, o se supone puesta, sobre un sepulcro o en la lápida o lámina colocada junto al enterramiento”. En este sentido se acepta que el epitafio puede ser simplemente una ocurrencia.

Así por ejemplo, el supuesto epitafio inscrito sobre la tumba de Groucho Marx que más se ha divulgado es: “Perdonen que no me levante”, aunque hay variantes. Sin embargo, en su tumba en el cementerio de Los Ángeles, el Eden Memorial Park de San Fernando, donde reposa este cómico, en la tumba tan sólo hay una sencilla placa con su nombre, su período vital (1890-1977) y una estrella de David.

Hay muchos epitafios ocurrentes y libros recopilatorios de estos. También hay un cortometraje titulado Epitafios que ilustra el tema sobre el mensaje a colocar en la lápida de la tumba, pelicula por cierto, muy ocurrente. A veces el supuesto epitafio no concuerda con lo que realmente hay en la tumba; en otros casos sí.

El epitafio puede ser dictado por la persona fallecida antes de morir, aunque también pueden ser las familias a modo de homenaje de su ser querido y expresar un pensar profundo. El epitafio en la tumba de la poetisa Sylvia Plath (1932-1963) es bien explícita: Incluso en medio de las llamas feroces se puede plantar un loto dorado.

No es menos cierto que en las últimas décadas los epitafios se han convertido en frases de desafío a la muerte o incluso jocosas.

(1) Una interpretación heterodoxa sobre el contenido funerario de la Estela de Sinarcas propone como traducción: "Dejadle descansar, está asolado y aniquilado, ha sido pródigo en  años. El tributo de tu tropa, levantado como prenda, el ornamento grabado que dignamente te ofrecemos, al que regresa a la tierra, para que se introduzca y asome sobre ella". Otros estudios epigráficos traducen la inscripción con una versión quizás más acorde a una lápida funeraria: "Esta es la sepultura de Baisetas hijo de Ildutas. Ha reparado el lugar, ha erigido y ubicado la piedra del lugar de la sepultura esta Basibalkar el "umar"."

Seducir a la muerte con un tuit

¿Cómo resumimos la vida de alguien en un solo renglón?. Aunque hay una pregunta previa ¿tú lector has pensado en tu epitafio?. Algunas personas creen que la muerte es demasiado insoportable si no se saca una lección de ella.

Cuando perdemos a un ser querido próximo, el epitafio, esta frase sintética de su vida, sin duda es el mejor recuerdo que podremos interiorizar. Un recuerdo inmaterial y sin embargo lleno de vida.

En el epitafio, más allá de su origen y si va o no sobre una tumba es una expresión de la filosofía de vida, aunque también puede ser un consejo que legar o simplemente una expresión del amor por nuestros seres queridos que dejaremos.

El epitafio no es más que una herramienta, un juego para seducir a la muerte. Unas palabras que rompen el embrujo de que la muerte se nos lleva. En realidad, la muerte nos deja eternamente presentes en este vacio del que venimos, y que respiramos mientras vivimos la existencia terrenal.

Hacer el ejercicio de pensar en el propio epitafio es una bocanada de aire fresco que invita a sentir la vida que tenemos, la luz y el amor que desprendemos e intercambiamos.

El epitafio fue una moda poética en el Siglo de Oro de la literatura castellana. Luego, en los últimos siglos toma forma sarcástica e intenta burlar a la muerte.

En estos tiempos de cambio civilizatorio, el epitafio recupera su sentido más genuino de mensaje memorial de síntesis vital, a modo de tuit eterno para cautivar la buena muerte.

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