Epitafios
Natalia Mateo, Arturo Valls, Francesco Carril, Teresa Lozano, Silvia Marty y Teo Planell
Epitafios es un cortometraje que plantea la complejidad de la visión de la muerte cuando hay que tomar decisiones sobre el funeral de un ser querido si este no lo ha dejado planificado.
El argumento de esta ficción se inicia cuando Adriana vuelve al pueblo a raíz de la muerte de su madre. Entonces recuerda cuando el verano pasado hablaron de epitafios, alegre y tranquilamente, con la impunidad que da hablar de un epitafio cuando no hay un muerto de por medio.
Pero con su madre muerta en la habitación de al lado la cuestión adquiere otro tinte y especialmente cuando no hay acuerdo entre los hermanos: ¿ponemos o no ponemos epitafio en la tumba de mamá?, ¿qué dijo mamá exactamente?, ¿quería o no quería epitafio?, y si quería... ¿cuál?
Cada hermano tiene una versión, ninguna coincide, pero entre los tres tendrán que tomar una decisión, que en definitiva es: ¿Cómo resumimos la vida de alguien en un solo renglón?
La culpa tras toda pérdida
Una cosa que destaca de esta historia es que tras la muerte de su madre, los hermanos se dan cuenta de la poca atención que se presta a las cosas queridas, cuando en ellas está la medida de nuestro amor.
Cuando uno de ellos recuerda que su madre ya había mencionado el epitafio que quería un año antes. El espectador acaba de ver la escena que representa un año antes y tampoco se acuerda.
Pero luego, este pequeño olvido se ancla en la culpa que surge en todo duelo y, Adriana se arrepiente de no haber visitado más a menudo a su madre. Porqué cuando se va la madre, se va definitivamente la infancia, tenga uno la edad que tenga.
Sin duda, por ser un corto, es una pequeña historia, pero su sencillez rezuma amor en cada escena cuidada al detalle. Y es que su directora, María Ballesteros y todo el equipo, ponen todo su Amor, en mayúsculas en la preciosa historia que cuenta Epitafios.
La letra de la canción de Sabina para este cortometraje.
Dicen que lo dijo Adela
Camisero de hilo beige,
arregladita y discreta,
corazón de oro de ley,
tricornios en la cuneta.
Trasegando en la cocina
debajo del fregadero,
capeando el aguacero
con su corona de espinas
Con el puchero en la lumbre
no sabe que preguntar
por la falta de costumbre,
de costumbre de abrazar.
Baldosa hidráulica rosa,
cañerías que gotean,
abuelita revoltosa,
que vivía en el salón,
y no era malo ni bueno
Limpia, ni guapa ni fea.
Quién sabe si fue feliz.
Si tuvo amor, sombras,
celos, no se cambió la nariz
ni la permanén del pelo.
Perenne bañador rojo,
pamela amarillo tierra
y una niñez con piojos,
escarlatina y posguerra.