La escritora Isabel Allende (1942-) expresó que "La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo", y que el filósofo Cicerón  (106 dC - 43 dC) avanzó siglos antes con "La vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos". 

En la memoria queda aquel amanecer después del 10 de mayo de 1916, cuando un cuerpo difunto esperaba ser enterrado dignamente. Todos los aldeanos del pueblo pirenaico de Bausen, en la Vall d'Aran, ante la prohibición del cura de dar sepultura a una de sus hijas, participaron en alzar  para Teresa, en solidaridad con su viudo e hijos, un lugar honorable para enterrar los restos mortales de la joven.

Teresa, era una joven que falleció aquel día con sólo 33 años, casada y con dos hijos, era considerada por el cura una pecadora ya que sólo estaba casado por lo civil, y le negó su lugar en el cementerio parroquial de la localidad.

Más de cien años después, en aquel espacio de reposo eterno, que es el cementerio civil más pequeño del país. «El cementerio de la Teresa», como lo denominan los lugareños, se ubica rodeado de un robledal, a unos ochocientos metros del centro histórico de Bausen y a unos dos kilómetros del puesto fronterizo de Eth Pont de Rei con Francia. Este cementerio singular permaneció durante un siglo sin señalizar.

Hoy es un lugar recomendado en las rutas de los cementerios significativos europeos. Desde otoño de 2020, este espacio está calificado de Bien Cultural de Interés Local (BCIL), por el Conselh Generau d’Aran.

La tumba civil en la naturaleza
Epitafios en la tumba de Teresa de Bausen.

El cementerio laico de Teresa es un espacio de unos cien metros cuadrados que se ubica en un espacio boscoso cercano al pueblo de Bausen, conocido como Coret, a 845 m sobre el nivel del mar. El espacio memorial se alza sobre la loma del monte desde el cual hay unas preciosas vistas sobre la vecina Vall de Torán.

El acceso al cementerio de Teresa se inicia desde el pueblo saliendo hacia el Este, pasando por el entorno de Sant Roc y siguiendo un sendero que termina en el recinto. Para quién visite la zona puede ampliar el recorrido hacia el monumental hayedo de Carlac y volver en un itinerario circular de inicio y final en Bausen.

En el interior del recinto, delimitado por un muro de piedra de unos dos metros de altura y una verja de herrería sencilla para entrar, se ubica la tumba orientada Este-Oeste. Es una fosa sobria, cubierta con una losa y una lápida inscrita sin ningún símbolo religioso.

La tumba laica de Teresa es digna y la naturaleza que la rodea la realza. La fosa está enraizada a los pies de un árbol maduro que le da sombra en verano y le permite ver el cielo en invierno. Un espacio de reposo para recordar una joven amada por sus vecinos que el cura del lugar quiso discriminar por su laicismo.

Durante décadas la llave de la verja la tenía sólo la familia y permanecía cerrada salvo cuando acudían sus allegados a visitarla. En la lápida hay inscritas dos dedicatorias (con alguna pequeña errata), una del marido, Rercuerdo a mi amada Teresa que falleció el 10 de mayo de 1916 a la edad de 33 anos’, y otra de sus hijos: ‘A NUESTRA QUERIDA MADRE’.

No hay otro espacio fúnebre civil más pequeño en España, y sobre todo, con un relato tan romántico y emotivo. El gesto solidario y de amor que hay detrás de este espacio memorial es realmente ejemplar. Un lugar donde cada día, en medio del bosque, la muerte otea la aurora del amanecer que nos aguarda a todas las personas.

A día de hoy, y tras los actos del celebración del centenario, organizados por las autoridades políticas del territorio en 2016, hay un pequeño cartel conmemorativo. Este está adosado al muro exterior y es obra de los hermanos Lluís y Núria Niñerola. Él creó la estructura con pizarra antigua y madera rústica y su hermana redactó la historia de los amantes en catalán, castellano y aranés, grabando las palabras a mano, con tinta dorada y en relieve.

La historia de los amantes rebeldes

Recordar este cementerio obliga a conocer a Teresa y su familia y como esta joven aranesa cuya historia trágica, pero también romántica, dio como resultado un espacio fúnebre civil en medio del bosque para reposar dignamente.

Corría los primeros años del siglo XX cuando una jovencísima Teresa de la casa Belana se enamoró con pasión de su primo hermano Francisco (Francés o Sisco) de la casa Doceta. Su amor desprendía tanta ternura que cautivó no sólo a las familias, sino también a todos sus vecinos. En la época, y en una zona rural despoblada, no era raro que hubieran parejas formadas por primos. Los dos jóvenes siguieron alimentando su amor hasta querer socializarlo con el matrimonio.

En la época, lo tradicional era la boda por la iglesia. Muchos jóvenes de la España rural del momento, estaban unidos por lazos familiares y la Iglesia lo permitía pero pagando un elevado canon. El cura les comunicó que para casarlos, al ser primos, se les exigía el pago de la llamada dispensa canónica. Teresa y Francés eran primos, pero su historia de amor era robusta y aunque eran de origen humilde, tenían sus ideas progresistas con lo que se negaron a pagarla.

Hacía muchos años, desde que eran poco más que adolescentes, que iban juntos. Había llegado el momento de convertirse en una familia legal. Así que optaron por una solución que no fuera de enfrentamiento ni tampoco de renuncia a su anhelo amoroso. Se trasladaron a un juzgado de la vecina Francia y se casaron por lo civil.  De vuelta al pueblo iniciaron su vida en común como matrimonio en una casa del pueblo. 

El párroco no los casó, y tampoco iban a los oficios de la iglesia. Era una época (corrían los tiempos marcados por la Semana Trágica de 1909 y la represión) en qué la laicidad no era bien vista y considerada una rebeldía, con lo que el cura los anatemizó por ser una "pareja de pecadores". Para los vecinos de Bausen, la familia de Teresa y Francés continuó siendo respetada ya que se trataba de dos buenos jóvenes del pueblo que se querían de corazón.

Con el paso del tiempo, fruto del amor entre Teresa y Francés, nacieron dos vástagos, que tomaron nombres laicos: Cándido y Valerosa. La vida familiar siguió su curso hasta que la dureza del clima de la zona facilitó que Teresa contrajera una pulmonía que al poco pondría fin a la vida de la madre y esposa. Tenía 33 años cuando murió el día 10 de mayo 1916. 

Como vecina de Bausen, su esposo Francés solicitó enterrar a su amada en el único cementerio del pueblo, que sin embargo era propiedad parroquial  (en España la mitad de los cementerios no son municipales). Así, que su gestor, el cura, se negó a darle sepultura en el cementerio local ya que no aceptaba «profanar» su camposanto con el cuerpo de «una pecadora». Con el cuerpo difunto en casa, el entierro no podía esperar.

La opción era enterrarla en algun lugar del bosque sin más. Este era el destino que se daba en la época a las madres sin estar casadas por la iglesia o a las prostitutas. Pero los vecinos del pueblo en asamblea decidieron que Teresa merecía una sepultura digna.

Un ejemplo de solidaridad vecinal por un entierro digno
Aspecto del recinto del Cementerio civil de Teresa en Bausen. Espacio construido en mayo de 1916 para la única persona no practicante católica del pueblo de Bausen (Lleida) a la que el cura le negó la sepultura en el cementerio del pueblo. Foto de 2021.

Para la pequeña población de Bausen, la tragedia de la pérdida de una de sus hijas, más el ultraje por la negativa del cura a que fuera enterrada en el pueblo y de este modo su tumba se perdiera, impulsó una reacción solidaria contundente.

Aquella misma noche, todos los vecinos, sin excepción, se solidarizaran con Sisco. El alcalde buscó un lugar que no tuviera propietario cerca del pueblo. Y había una pieza de monte en el entorno denominado el Coret. Así que allí se dirigió en procesión toda la población con el cuerpo de Teresa envuelto en una sábana blanca. Cavaron la tumba y alrededor de la misma, piedra sobre piedra y durante dos días ayudaron a levantar un pequeño recinto. A los pocos días se llevó una lápida y una losa inscrita en recuerdo de Teresa. Sin más, Bausen había levantado un recinto fúnebre pensado para la familia laica.

Francés y los niños continuaron en el pueblo, y él nunca se volvió a casar de nuevo. La llegada de la Guerra Civil les obligó a exiliarse en la cercana Francia donde poco después murió Francés. La intención de Francés era de ser enterrado junto a su amada Teresa, pero el momento político no facilitaba que sus restos mortales pudieron ser trasladados en un espacio fúnebre no eclesiástico.

Un siglo después, sus bisnietos son los que siguen viniendo de vez en cuando a Bausen, ya que tienen casa en la población, y dejan flores en la tumba de Teresa. Pero en la tumba de Teresa nunca faltan las flores.

La historia del cementerio de Teresa no es más que una expresión de que no hay autoridad ni religiosa ni civil que pueda negar el reposo digno de un ser querido, y menos por cuestiones ideológicas. Los habitantes de Bausen en aquel momento dieron un buen ejemplo de su compromiso a favor de que un ser querido tuviera un entierro civil digno; y de eso hace más de un siglo.

La historia es emotiva tanto por lo romántico como por lo solidaridad que desencadenó y, por tanto, merece no ser olvidada. Sin duda es ejemplar en todos los sentidos en qué se puede valorar un funeral natural; la tumba de Teresa fue un entierro natural memorable.

 

>> Puedes leer una versión literaria de la historia de los "amantes de Bausen" en lengua catalana, obra del periodista y guionista Jordi Portals, un relato de no ficción que quedó finalista en la 20a Fira del Llibre del Pirineu (2016).

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