Sam, un niño aquejado de leucemia con doce años escribe una lista con las cosas que quiere hacer antes de morir a la vez que escribe en su diario la evolución de su vida tras salir del hospital, donde ha sido ingresado para recibir tratamiento contra la enfermedad.

En el hospital conocerá a Félix, un niño de catorce años que también está enfermo de leucemia y que ayudará a Sam a intentar cumplir varios sueños antes de morir: batir un récord del mundo, volar al espacio, beber alcohol, salir de marcha, fumar un cigarro, ver una película de terror para mayores, besar a una chica...

Vivir para siempre presenta la mirada de dos niños que les ronda la muerte, y lo hacen desde el optimismo, transmitiendo que los sueños se pueden cumplir. El protagonista principal se pregunta, a lo largo de la película, sobre el sentido del dolor, la existencia de Dios o cómo es posible que mueran los niños.

En definitiva, una historia que nos muestra que en el contexto de una enfermedad terminal incluso los niños viven la vida con más intensidad y nos muestran una inaudita madurez.

Cabe destacar que la película presenta el mundo en tres planos. En primer lugar, el plano de la vida cotidiana tras la vuelta a casa del hospital, con el día a día familiar y las clases. En segundo lugar, el plano de las grabaciones de un video diario que Sam realiza para la posteridad. Y finalmente, en tercer lugar, el plano mágico de los sueños por cumplir, donde la fantasía le permite a Sam evadirse de la dura realidad de la enfermedad.

El director, Gustavo Ron, afirma que “la película no va sobre la muerte, sino sobre la vida, porque la muerte no es sino un momento en la vida”. Añade además que el film “aborda temas duros, claros y que van directo a lo que todos somos. Sin embargo, es suave porque no se recrea en momentos de hospital ni de muerte”.