Michael Hunter es un psicólogo cuya carrera se ha hundido profesionalmente y humanamente tras el suicidio de su hijo Kyle. Una exalumna, Barbara al cabo de unos años se le acerca y le pide ayuda con un caso. Aunque Michael se niega inicialmente, este acabará por acceder a conocer a este joven, Thommy, un adolescente de diecisiete años que oculta un terrible trauma pues presenció cómo su padre asesinaba a su madre.

Michael decide involucrarse en el caso porqué Thommy le recuerda su hijo. De este modo, el psicólogo se vuelca en el tratamiento, el cual le ayuda a recuperar su propia vida y le da la oportunidad para enfrentarse a sus sentimientos de culpabilidad por la muerte de su hijo.

Precisamente, son los sentimientos de culpa los que unen a los dos protagonistas y que son el nexo que les atrapa en su propio juego, aunque se supone que el psicólogo es el profesional. Pero al fin y al cabo, todos somos humanos frente a traumas y el de la pérdida de un hijo por suicidio es de los más duros.

En su relación, paciente y psicólogo, deberán enfrentarse a los demonios del pasado. Mientras Michael saca a la luz los terribles secretos del chico cómo el abuso sexual o el incesto, los acontecimientos que rodean su tratamiento amenazan con destruir todo lo que le es querido y que un suicidio estruncó.

De fondo la película es una valiente denuncia de la degeneración moral que provoca el hedonismo radical, y una llamada a recuperar valores sólidos, como la unidad matrimonial o el sentido de culpa. 

La película Los límites del Silencio nos habla de la necesidad de elaborar un proceso de duelo para superar la culpabilidad a raíz del suicidio de un hijo.  A la vez es una reflexión sobre hasta donde los testimonios de los implicados deben ser silenciados en beneficio de una terapia. En cualquier caso resaltar que es una película con muchos matices sobre psicología humana y en las que el duelo se trata pero es colateral.