522. Un gato, un chino y mi padre
Natalia de Molina, Alberto Jo Lee, Miguel Borges, Manolo Solo, Maya Murofushi, Joao Lagarto, Sergio Dominguez
Cuando se habla del duelo o la pérdida la asociamos a la muerte de un ser querido. Esta película nos adentra más bien en la pérdida emotiva con dos tramas, una muerte de verdad y una ausencia digna de un fado. A partir de situaciones encadenadas, algunas incongruentes, otras chocantes, la protagonista va enfrentándose con sus propios miedos.
522. Un gato, un chino y mi padre cuenta una “una aventura hacia la memoria, el pasado y la recuperación de la identidad”, según su director. Quinientos veintidos son los pasos que Georgina (George) puede dar antes de sufrir una crisis; el gato (de nombre, Fernando), es su compañero y protector; el chino, Hao es su amigo (aunque en realidad es japonés), y su padre, un afamado escritor de guías de turismo que dejó a su hija.
George es una mujer joven, acaba de cumplir 30 años, que vive en un bullicioso barrio de Sevilla, cuya interacción social, se limita a su vecino amante, a comprar en las tiendas del radio de acción que le permite su agorafobia. Una de estas tiendas la regenta un dependiente japonés que se hizo chino por amor y que aprecia a la chica.
Esta película, de título poco convencional, se desarrolla con aire de road movie, cuando el gato Fernando es atropellado y George quiere enterrar sus cenizas en su tierra natal viajando a Portugal sin salir de su casa. Para ello contará con la ayuda incondicional de Hao.
Tanto la camioneta de Hao, convertida en casa rodante, como el radio de acción cuando George sale de la misma, no es más que una metáfora de lo que la protagonista debe encontrar en su alma mientras recorren los paisajes marinos del Algarve, donde "el alma y el mar son la misma cosa".
La reconciliación con la propia experiencia vital es el sujeto que da contenido a la trama. El entierro de las cenizas del gato bajo un pino centenario simboliza el inicio de la superación del duelo.
George o Fernanda, nombre con que la conocen sus vecinos de cuando era niña en Portugal, es una anti heroína, una chica antipática y apabullada por la memoria de la ausencia de un padre y un gato herencia de su niñez. Hao se convierte en las muletas que permitirán a la protagonista traspasar sus límites.
Búsqueda existencial
La vida nos zarandea cuando menos se espera, y en la película, la muerte de Fernando empuja a la protagonista a romper los barrotes de su celda urbana de 522 pasos de radio. El viaje es la búsqueda de la memoria, del recuerdo, de no olvidar quiénes somos y de dónde venimos, un viaje que salpica el alma.
El miedo de George a traspasar los 522 pasos no es hacia el exterior, sino hacia la inseguridad de su alma ausente, la que conlleva toda pérdida. Al final, sólo uno mismo puede tomar las riendas de su vida y recuperar la confianza. Los buenos recuerdos vividos de su infancia y adolescencia en su entorno marinero natal serán el catalizador para que renueve su vida.
Es una buena película para reflexionar sobre el duelo y poder observar que sólo afrontando los propios miedos se le puede vencer. Como expresa su director Paco R. Baños, "La intención ha sido retratar conjuntamente al personaje y al espacio, relacionarlos siempre. Todos los personajes y todo lo que acontece se cuenta desde el espacio físico de ella, desde el sitio donde los mira ella: SU PUNTO DE VISTA para así comprender y compartir con el espectador su grado de armonía y desarmonía con el entorno".
Georgina se va redescubriendo a sí misma (y descubriéndose ante el espectador) gracias a los azares que le brinda el viaje y de este modo casi sin darse cuenta salir de la cárcel de su memoria. “El pasado se tiene que quedar en el fado, no en el corazón”, le dicen mientras escucha a una cantante de fados.
El trabajo cinematográfico es impecable y el uso del primer plano de la protagonista para acercarse a su trauma atrapa al espectador, una película que rezuma sinceridad y poesía. Una de estas películas que honoran el buen cine europeo.