El 2 de noviembre es una celebración que en el ámbito de la cultura occidental se dedica a la memoria de los difuntos o Día de los Fieles Difuntos.
La fecha no es festiva en España ni la mayoría de los países occidentales. En España el día festivo es el 1 de noviembre o festividad Día de Todos de los Santos, conocidos y no conocidos.
Muchas personas que están fuera de la práctica cristiana, sin embargo, también organizan rituales para recordar a los seres queridos que transitaron.
El Jardín de l’Albarda, situado en Pedreguer (Alicante), propiedad de la fundación Fundem, el 2 de noviembre acoge la Noche de la Luz.
Desde 2013, la celebrante en el área de Alicante, Jet van der Heijden, organiza una particular celebración llena de luz en recuerdo de los seres queridos que ya no están: la Noche de la Luz.
En sí mismo, el marco o escenario de esta fiesta o celebración a favor de las almas que transitaron es en el espectacular Jardín de l’Albarda. Este espacio verde destaca por ser una joya de la jardinería mediterránea. Con más de cincuenta mil metros cuadrados, alberga unas 700 especies de plantas y una gran colección de rosales.
En este magnífico escenario naturalizado, Jet van der Heijden ha ideado un ritual para recordar a los seres queridos fallecidos. Un evento vespertino/nocturno que destaca por su sensibilidad y emotividad.
El objetivo es que las personas asistentes participen en un círculo de luz que permita expresar los sentimientos que han quedado anclados por la pérdida de un ser querido. La actividad se organiza alrededor de la piscina en el que el agua que almacena es una metáfora del fluir vital.
Esa mágica Noche de Luz facilita e invita la lectura de poemas, interpretar música, contar una historia o cantar. En definitiva, formas expresivas que completan los sentimientos que germinan tras toda pérdida y los transmutan con este ritual de despedida de almas.
Esta celebración facilita despedirse colectivamente de los seres queridos que han fallecido y a los cuales se honra su memoria y transcendencia. La actividad permite conmemorar a un ser querido en un entorno verde excepcional.
Para las creencias populares de origen animista el día importante es la noche del día 1 al 2 de noviembre y está destinado a celebrar el Día de los Muertos.
De esta visión pagana nos queda la fiesta de la luz de los indígenas purépechas y que se extendió por México. En esta noche, los difuntos, las almas, los espíritus de los muertos vuelven a las casas familiares donde habitaban antes de fallecer.
Para la cultura andina en la madrugada del 1 al 2 de noviembre, es el momento de alimentar con un banquete el alma de los muertos que en la fecha regresan a las casas donde vivieron para unirse con sus queridos.
Los expertos en la cosmovisión andina señalan que:"Para el mundo andino hay una esencia, una fuerza vital, un espíritu que da la vida y eso no muere, vive eternamente, se transforma, va y viene. En Aymara eso se denomina qamasa. Y en el Kai Pacha, el mundo del aquí y del ahora, cuando la forma de la vida es en el cuerpo humano, vive el tiempo vital que vivimos todos los seres humanos, pero después esa esencia de la vida se va a otra dimensión, al alax pacha, al mundo de arriba, al de las deidades celestes”.
En cualquier caso, la celebración de los espíritus humanos que transitaron a otra dimensión está arraigada en muchas otras culturas. La Noche de Luz en el Jardín de l'Albarda celebra esta visión de poner luz y recordar las almas de los seres queridos que transitaron a otra dimensión. En la población francesa de Barcelonette, la Fête des Morts al estilo mexicano es toda una tradición.
En otras partes del planeta, el recuerdo de los fallecidos se celebra en otros momentos del año. Finalmente, la fiesta de origen celta de Halloween (una alteración de All Hallows Eve, que significa "noche de todos los santos"), con los muertos que vienen a llevarse a los vivos, se ha popularizado con la globalización y reintroduce socialmente el miedo a morir con un tono de falsa inocencia.
El 1 de noviembre, la Iglesia católica celebra el Día de Todos los Santos, tradición que se remonta al año 835 por acuerdo del Papa Gregorio IV. La celebración se inicia en el siglo IV y su origen está relacionado con la gran cantidad de mártires de la iglesia en aquella época.
Así, el 1 de noviembre está dedicado especialmente a los santos no canonizados, a reconocer su labor. Pero es este día festivo en el que se instaura la tradición de acudir a los cementerios ante la tumba de los fallecidos.
Tras la visita, la tradición también marcó endulzar la jornada con dulces específicos que varían según la región. De entre ellas, señalamos la de los panellets en Catalunya, ya que quizás sea uno de los productos de repostería que más se consume en las fechas.
La celebración del 2 de noviembre, día de los muertos o de los difuntos para la Iglesia católica, fue instituida en el año 998 por el monje francés impulsor de la orden monástica del Cluny, San Odilón de Cluny (962-1049). Con esta celebración el santo pretendía eliminar los ancestrales rituales espirituales dedicados a los fallecidos de origen no cristiano.
En el ámbito cristiano, el día de los difuntos, de acuerdo con la tradición, organiza la jornada para realizar rezos junto con la celebración del sacrificio de la misa por las almas que no pudieron alcanzar la Visión Beatífica.
Pero no es menos cierto que a nivel social hay un poco de confusión entre ambas fechas. En la tradición cristiana la fecha festiva es el 1 de noviembre de Todos los Santos y no el 2 de noviembre, Día de los Muertos o de los Difuntos.
Sin embargo. durante siglos la noche del día 1 al 2 de noviembre ha estado relacionado con ritos pre-cristianos para conmemorar las almas que transitaron desde el mundo terrenal.