La muerte y el miedo son en nuestra sociedad buenas amigas. Ahí es donde empieza la posibilidad de manipular el miedo atroz a perder la vida corporal a partir de las estadísticas de mortalidad.
Esta es la realidad que empieza a percibirse en la crisis sanitaria del virus SARS CoV-2 (Covid-19). La desautorización de la OMS por parte del presidente de los Estados Unidos o la negación al empleo de algunos remedios efectivos contra la infección vírica es solo la punta del iceberg de esta realidad global que algunos califican de conspiración.
El término pandemia tenía un significado propio hasta que en 2009 la OMS modificó la definición de este concepto.
De la definición básica: “Infección por un agente infeccioso, simultánea en diferentes países, con una mortalidad significativa en relación con la proporción de población infectada” le eliminó la característica de “con mortalidad significativa".
Por tanto, el término de pandemia no va de mortalidad, sino de infección y esta no tiene porqué ser mortal.
Sin embargo, el poner el acento en la infección lo que se busca es detectarla y poder actuar para evitarla.
Hace un siglo se impuso la teoría que la muerte a menudo estaba acompañada de microorganismos patógenos como bacterias y virus. Sin embargo, nuestro cuerpo es un complejo sistema de bacterias y virus que nos dan la vida. (1).
La utilización política de la infección
Según la OMS tratar una infección masiva de personas, una pandemia, no es por tanto evitar la mortalidad sino medicalizar la infección para evitarla o reducir su capacidad de propagación.
Nótese que en los propios medios de comunicación, se mezcla el número de miles de muertos por el coronavirus Covid-19 con los millones de "infectados".
Por otra parte hay dudas razonables de que el test para detectar el Covid-19, en realidad detecta material genético presente en la mayoría de los seres humanos y no el supuesto virus.
Eso explicaría que haya tantas personas por todo el mundo sospechosas de estar infectadas que no presenten síntomas de enfermedad alguna.
(*) Recordemos que la gripe de 1918 a nivel global llegó a una mortalidad del 10 por mil de la población en el conjunto de España. una cifra muy por encima de la alcanzada por la actual crisis del covid-19. Un dato más que insta a pensar que quizás el principal factor de mortalidad no fuera tanto por el virus como por el miedo a la muerte infundido previamente.
Según cifras de la OMS, las muertes que ha producido el coronavirus Covid-19 a nivel mundial sumaba 224.272 personas (1 mayo 2020), en cambio el número de infectados son casi todos los que han sido testados (3.175.207).
Si comparamos las cifras estadísticas del Índice Nacional de Defunciones en España observamos que en los ultimos años no hay un incremento significativo, excepto un leve repunte en el 2018, que sí hubo una fuerte oleada de gripe mortal.
Los datos aportados por la ONG Swiss Research Policy explican perfectamente como ha sido la letalidad del Covid-19 y que la tasa de mortalidad en la mayoría de los países no ha sido anormal respecto a la gripe.
La manipulación mediática sobre el tema ha sido absoluta. La mayor parte de las muertes fueron inducidas y marcasa por el pánico y el miedo.
A nadie se le escapa que desde el 20 de marzo, la gripe y otros virus mortales dejaron de existir. También resulta curioso que en la divulgación del número de muertos sólo se contabilizan los de coronavirus. Poco se ha comentado sobre que la muerte masiva en residencias de ancianos pudiera ser un efecto indirecto de la carga farmacológica a la que se somete a las personas mayores y que debilita su sistema inmunitario (y lógicamente, negligencias).
En definitiva, no se puede hablar de pandemia, cuando la mortalidad se queda muy por debajo de por ejemplo la gripe de 1968-69 que dejó medio millón de muertes y no fue necesario confinar ni prohibir los abrazos (2).
Mírese por donde se mire, la mortalidad del coronavirus tampoco puede compararse con las causas principales de mortalidad provocada por las enfermedades diarreicas que matan a 2,4 millones de personas o la malaria que mata a más de 450.000 personas (3).
En Italia un diputado ha denunciado que se han manipulado las cifras de muertos por el coronavirus Covid-19 y que la mayoría de los muertos anunciados lo son de causas comunes (4) . En España se discute si el número de licencias de enterramiento se corresponde con las cifras oficiales de muertes anunciadas (5a) (5b).
Una estrategia de shock y confusión
Ciertamente, se ha detenido un planeta entero por una supuesta pandemia que no supera ni por asomo las muertes habituales por gripe (6).
Se trate de un virus artificial empleado como arma socioeconómica (7) o un artefacto como efecto de la tecnología del 5G (8) poco importa.
La realidad es que la OMS con el beneplácito de todos los gobiernos, ha creado un vivencia global (la del autoconfinamiento) sin precedentes en la historia de la humanidad.
Se ha empleado como nunca la confusión y la información contradictoria, lo que se conoce como estrategia de la sideración o del shock, y sobretodo se ha empleado a fondo incitando el miedo a la muerte. (9)
Es hora de superar el miedo a la muerte y empoderarnos con la eternidad vital que subyace en el interior de cada ser humano.
El ser humano tiene la capacidad de cambiar el chip. "La mentalidad presente no usa pensamientos a partir de su aparente veracidad o falsedad. La mentalidad del presente se centra en la utilidad de las propuestas del intérprete."...
..."¿Cómo sería la enfermedad o la investigación biomédica sí, en lugar del miedo, usáramos la confianza como motor?. ...
...Desde ahí descubres que una cosa es la fiebre o el dolor generado por un problema físico, y otra muy distinta el dolor generado por nuestros pensamientos. ...Enfermedad y vida se funden. Se convierten en un proceso"
...Desde la biología del presente imaginada, las neuronas, las células madre y los genes se convertirían en el genio de la lámpara, tu sistema de creencias, en la mano que frota esta lámpara, y el deseo cumplido, en la realidad que experimentas". (10)
Esta situación de nuestro presente es la oportunidad para dar un salto en la evolución, es decir para convertirnos en apasionados exploradores del presente desde las infinitas posibilidades a que nos abre.