Emmanuèle, una novelista con una vida privada y profesional plena, debe acudir de urgencia al hospital al enterarse de que su padre, André, acaba de tener un accidente cerebrovascular. Cuando este vuelve en sí, debilitado y dependiente, este hombre, curioso por naturaleza y amante apasionado de la vida, le pide a su hija que le ayude a morir.

La eutanasia, entre el deseo y la legalidad

Todo ha ido bien  es una libre adaptación de la obra autobiográfica de la fallecida escritora Emmanuèle Bernheim (1955-2017), publicada en 2013. De su obra también existe un documental titulado Viviendo y sabiendo que se está vivo (2019). 

En la misma, la novelista contaba la enfermedad que tuvo su padre y la voluntad de que le dejaran o ayudaran a morir con dignidad con el fin de evitar el sufrimiento que padecía.

En la película, Emmanuèle, la protagonista, es una mujer fuerte, pero a su vez frágil, que no sabe como lidiar con el deseo de su padre. A partir de este momento, pasará por las diferentes fases del duelo, desde la negación, el dolor y finalmente la resignación.

Aunque la responsabilidad de llevar a cabo la solicitud del padre le compete a Emmanuèle, esta contará con el apoyo  de su hermana Pascale, una mujer muy sensible que está convencida que su padre no cambiará de opinión. Las dos hermanas tendrán que luchar codo con codo para intentar satisfacer la solicitud de su padre.

En Francia, la ley sobre la eutanasia tiene serias limitaciones. En este sentido, la película da pistas sobre como afrontar esta situación si finalmente se buscan las alternativas más allá de la ley como las que ofrecen la Asociación por una muerte digna en Suiza.

Drama realista lleno de matices

Todo ha ido bien es una introspección con el personaje de André, pianista famoso antaño, que encarna el veterano actor André Dussollier en una interpretación magistral de quién de pronto se ve impedido físicamente de forma irreversible.

El razonamiento de André, se mueve entre la lucidez de quién es consciente de su enfermedad casi terminal y que a la vez reconoce que su vida ha perdido todo sentido.

A esta firmeza se le contrapone una de sus hijas, Emmanuèle, interpretada por una espléndida Sophie Marceau, quién a su madurez como actriz borda la intensidad emocional de su personaje.

La película no busca el discurso moral y va directo a llevar al espectador a que él se haga las preguntas. Un buen drama íntimo y dubitativo, pero tamizado con tintes humorísticos que no provoca la lágrima fácil, pero que conmueve.

François Ozon es un director francés que se caracteriza por abordar temas sociales de una forma particular, con un tono siempre realista y lleno de matices. De él hemos reseñado El tiempo que queda (2005) sobre alguien que sabe que tiene los días contados.

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