Los cementerios significativos son aquellos que albergan muestras de arte funerario significativo pero toda esta manificiencia artística funeraria a día de hoy se desvanece.

El arte aplicado a la tradición funeraria viene de antiguo. Lo forman inscripciones funerarias en forma de estelas y lápidas relativamente austeras así como tumbas y sepulcros ricamente ornados.

A principios del siglo XIX los cementerios se convierten en verdaderas residencias para que los muertos pudieran seguir en la memoria colectiva con el esplendor que tuvieron en vida. Para mostrar esta riqueza vital, algunas de las sepulturas de las personas ricas enterradas en el cementerio se convirtieron en espacios artísticos.

El arte escultórico funerario nutre durante casi un siglo algunos cementerios que, a veces, llegan a semejarse a museos al aire libre.

Esos cementerios monumentales llenos de arte escultórico, hoy forman parte de la red europea de cementerios significativos. Pero toda esta manificiencia artística funeraria, en el siglo XXI se desvanece poco a poco en la actualidad.

Quizás el ser humano está empezando a comprender que su mejor legado no está en su tumba sino en los beneficios socioculturales y/o económicos gracias a su actividad mientras  vivió.

De la austeridad clásica...
Estela funeraria galo romana del siglo III expuesta en el interesante museo Vessuna de Périgueux (Francia).

En la antigüedad el nombre de la persona tenía una gran importancia. No se trataba tan sólo de un signo de identidad sino que realmente el nombre y la persona eran uno. El nombre no es algo externo al hombre, sino que es parte de la esencia del ser humano.

El nombre existe en todas las culturas humanas. En algunas no es sólo el reflejo de la esencia de la personas mientras vive, sino que forma parte de la memoria colectiva. Entonces el nombre no desaparece con el deceso.

En el mundo griego, la supervivencia del muerto es por su nombre y etsá vinculo a la pronunciación de éste. De ahí que las estelas con el nombre inscrito sirvieran a una parte esencial del rito funerario y del culto a los muertos.

Disponer de estelas con inscripciones funerarias en los caminos debía servir para que los viajeros pudieran pronunciarlo en voz alta. Así de este modo era cómo arrancar el muerto de su mundo y devolverlo por unos instantes a la vida. 

Las inscripciones funerarias en estelas a o a lo largo de los caminos, en las afueras de la ciudad tenían como finalidad leer el nombre del difunto.

Epigramas

La estela o piedra rectangular colocada encima de la tumba o en la cuneta de un camino fue el monumento sepulcral más extendido por todo el mundo griego. Las inscripciones que contenían se llamaban epigramas.

La palabra epigrama procede de la raíz griega ἐπίγραμμα (de ἐπί = sobre y γραμμα =, escritura, letra), que significa “inscripción”. Sin embargo, en su etimología se ha asociado sobretodo a las inscripciones sepulcrales o votivas en piedra u otro materia.

La finalidad del epigrama funerario, por lo menos en su primera época, era principalmente conmemorativa. Estas inscripciones servía de vínculo entre la muerte y la vida.

Epigramas o inscripciones sepulcrales cumplieron y cumplen todavía una importante función ya que suelen ser un intento de identidad para el recuerdo de los que han convivido con nosotros. Sin embargo, también fueron un pasaporte para el destino al que nos encaminamos cuando ya no tenemos cuerpo físico.

El primer rasgo de estilo del epigrama es su brevedad. Estas inscripciones de cariz funerario empleaban, originalmente, un discurso orientado hacia la tercera persona, por ejemplo, "Mas ella le dice a su padre: –Contén tu tristeza". En general, los epitafios más antiguos prácticamente se reducían a una breve mención del nombre del difunto, su filiación y su patria, posteriormente se añadieron otros elementos.

A principios del siglo XIX, la evolución de los cementerios, va a propiciar que en algunos camposantos un renacimiento del arte funerario en monumentos que cobran una gran relevancia artística. Como atributo para resaltar la permanencia de las personas o incluso las familias que en vida hicieron fortuna las tumbas se convierten en un escaparate de la riqueza acumulada en vida.

...a la monumentalidad de la opulencia
Panteón de August Urrutia (un comerciante del cacao enriquecido en Venezuela). Su panteón es obra de los escultores Antoni Vila i Palmés y Martínez Fortuny, realizado entre 1909 y 1911 en el Cementerio de Montjuic de Barcelona.

Cuando se crean los cementerios a finales del siglo XVIII, estos se conciben como recintos para el recuerdo de las personas fallecidas en la comunidad. Estos se organizan en tumbas, panteones, criptas, nichos, y desde principios del siglo XIX hasta bien entrado el primer tercio del siglo XX. Los monumentos mortuorios tomarán un notable auge en casi todos los países europeos, España incluida.

Las sepulturas de todo tipo y tamaño, nichos incluidos y en general los cementerios como recintos se conciben como una réplica de las ciudades de los vivos.

Los cementerios se convierten en un escaparate de la riqueza adquirida tanto por personas individuales como familias enteras o de su influencia socio económica o cultural.

Hace unos dos siglos, nació el llamado arte o escultura funeraria. La imaginación y la monumentalidad de algunos de los grupos escultóricos que adornan las diferentes sepulturas en los cementerios toman hoy una gran relevancia.

Aunque los artistas que esculpían para los cementerios trabajaran por encargo, este colectivo creó en toda Europa verdaderas obras de arte simbólico (1).

Hoy en día este arte funerario, en su mayoría de tinte neoclásico, ha sido revalorizado gracias al interés de un turismo particular.

Cementerios significativos
Cementerio de Polloe de San Sebastián integrado en la ruta europea de los cementerios significativos.

El turismo funerario se alimenta de personas sensibles que saben apreciar las verdaderas curiosidades artísticas y culturales que albergan los cementerios con su valioso patrimonio de arte funerario.

Las memorias y símbolos grabados en las lápidas de los cementerios reflejan las costumbres, los valores y la vida dentro de las ciudades y las regiones.

Al visitar un cementerio, se observa la diversidad que caracteriza la vida y la cultura de la región que le rodea. A través de sus monumentos funerarios se comprende mejor la importancia de esta diversidad en un mundo democrático.

Los cementerios ofrecen efectivamente un marco único para una parte de nuestra memoria histórica. Nos recuerdan períodos de la historia local que las comunidades no quieren – y no deberían – olvidar.

Un cementerio es un lugar patrimonial que debe preservarse por los valores históricos de interés para las generaciones futuras. Es en este sentido que la Unión Europea promueve la red de cementerios significativos.

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