Simplificar la vida de los seres queridos antes de morir debería ser un acto de amor constante. Eso es lo que propone el arte sueco de ordenar antes de morir.

Y eso no significa que no podamos poseer cosas, pero sabiendo que en realidad son puramente efímeras y una simple compañía perecedera.

El poder de la frugalidad para comprender la muerte

Una práctica sana es interrogarnos sobre lo que pasará con nuestras cosas tras fallecer. Nuestras pertenencias una vez ya no estemos serán desvalijadas, sin ceremonias, sin rituales.

Los seres queridos que se quedan quizás tomen en herencia alguna de estas posesiones, pero habrá que dejar espacio a lo que vive.

No seremos enterrados con nuestras colecciones en una tumba sellada para la eternidad esperando a ser saqueada, como si de la cámara mortuoria de Tutankamón se tratara.

Por eso hay una práctica de poner orden en vida y deshacerse de aquello que ya no es útil. El arte sueco de ordenar nuestras cosas antes de morir.

"Acumular es vivir como si no fueras a morir". Así lo afirmó el escritor británico Robert Wringham (1982-), quién recuerda de forma más poética los versos del poema “Lying in a Hammock at William Duffy's Farm in Pine Island, Minnesota” de James Wright (1927-1980).

Sin duda, estos expresan a modo de testamento inusual, la consecuencia del destino de nuestras vivencias.

Over my head I see the bronze butterfly
Asleep on the black trunk,
Blowing like a leaf in green shadow.
Down the ravine, behind the empty house,
The cowbells follow one another
Into the distances of the afternoon.
To my right,
In a field of sunlight between two pines,
The droppings of last year’s horses
Blaze up like golden stones.
I lean back, as the evening darkens and comes on.
A chicken hawk floats over, looking for home.
I have wasted my life.
Sobre mi cabeza veo la mariposa de bronce
Dormido en el baúl negro,
Soplando como una hoja sobre la sombra verde.
Por el barranco, detrás de la casa vacía,
Los cencerros se suceden
En las distancias del atardecer.
A mi derecha,
En un campo de luz solar entre dos pinos,
Los excrementos de los caballos del año pasado
Arranca como piedras doradas.
Me recuesto, mientras la tarde se oscurece y se enciende.
Un azor flota, buscando su hogar.
Yo he perdido mi vida.
Cada regalo conservado nos aparta de la realidad

Hay una práctica esencial para comprender la Vida y es evitar la acumulación de cosas, simplificar la vida.

Es así como librándonos de lo material adquirimos un mayor sentido de responsabilidad vital.

No significa que no podamos poseer cosas, pero sabiendo que en realidad son puramente efímeras y una simple compañía perecedera.

Es un hecho inapelable que con la llegada de la muerte nuestras posesiones que una vez fueron preciadas serán abandonadas sin ceremonias.

No seremos enterrados con nuestras colecciones en una tumba sellada para la eternidad esperando a ser saqueada como si de la cámara mortuoria de Tutankamón se tratara.

Nuestras pertenecías pueden ser vista como una molestia una vez fallecidos. Está claro que una vez muertos, lo que dejamos atrás ya no nos importa.

Cuando dejamos este plano de existencia las pertenencias materiales no nos las podemos llevar.

Por tanto, aprender a despojarnos de lo material hacia el final de la vida resulta un ejercicio recomendable,

Simplicidad vital

Conservando nuestra acumulación de cosas no hacemos sino dificultar la vida a los que permanezcan tras nuestra despedida.  

El amor verdadero se acompaña del orden y a la vez de la simplicidad. Hay que darse cuenta que sólo el minimalismo, la simplicidad radical y el desapego están fuertemente ligado a la aceptación de la muerte.

La adquisición de bienes materiales es la negación de la muerte. Adquirir pertenencias es fortificarse, expandirse, hacerse inamovible, pretender sentirse fraudulentamente inalterable.

Acumular bienes es vivir como si la persona no fuera a morir y no es así. Tener una casa llena de cosas, como sí de un almacén se tratara, no sólo llena espacio físico, sino también espacio emocional.

El bagaje material nos quita espacio para vivir el presente lo cual nos sumerge en la nostalgia ni que sea inconsciente. El libro El arte sueco de ordenar antes de morir, precisamente es un método para vaciarnos y partir livianos.

No tenemos una eternidad para experimentar todo o para usar  todo lo que acumulamos. Nosotros no.

Una civilización incapaz de vivir con simplicidad

Nos hemos convertido en negadores de la muerte y no aceptamos nuestra gloriosa finitud. Por eso muchas personas se gastan tiempo y dinero en pócimas para mantener estirada la piel, por no perder el cabello o simplemente para evadirse de lo inevitable y distraerse de cualquier forma de la inmortalidad imposible.

Aquellos que realmente aceptan la muerte saben que no necesitan nada del mundo material, que la vida es esta suma de experiencias que vivimos, recordamos un tiempo y acabamos olvidando en su mayor parte. Pero, en cambio las experiencias nos han proporcionado consciencia de lo que realmente somos como seres humanos. 

Al simplificar nuestra vida y desmaterializar nuestra experiencia humana esta toma un nuevo sentido. Valorando aquellos objetos o bienes que pueden ser útiles a otros o las que simplemente deben ser recicladas o convertidas en basura de vertedero asumimos una dimensión más pristina.


Limpieza antes de la muerte

Podemos despedirnos de cada objeto de forma ritual, porque al fin y al cabo estos forman parte de nuestra existencia, pero de forma efímera, no para que se conviertan en la losa que aplasta nuestras espaldas.  

La no posesión es también una cuestión estética, además de ser buena para nuestra salud y el bienestar mental, también nos da más recursos económicos para experimentar, en definitiva, vivir.  

La liviandad en lo material no solo es buena para la vida en sociedad, también lo es para la muerte y el duelo de los seres queridos.

En el bosque, cada árbol, planta o animal que muere es sustrato para nueva vida aunque desaparece cualquier rastro de su esplendor. Porqué su magnificiencia y su eternidad es lo que les ha dado la Vida.

El mejor libro para simplificar nuestra vida

La calidad de nuestra vida depende de los valores que nos identifican realmente como especie: amar y ser querido, ser creativo, soñar y sentirnos útiles o tener salud. El dinero no da esta clase de calidad aunque a veces lo pueda parecer.

Valorar esta dependencia del dinero e impulsar la libertad fomentando un mundo más ecológico es lo que plantea el método del libro de Jim Merkel, Simplicidad radical.

Se trata de una obra que nos detalla el uso de tres herramientas para simplificar la vida, las cuales nos ayudarán a cambiar hacia un estilo de vida más sencillo y, por tanto, con más tiempo para vivir y dejando una menor huella en nuestra existencia sobre el planeta.

El objetivo del método desarrollado por Simplicidad radical es conseguir que nuestra vida no precise más de 2,43 hectáreas. Teniendo en cuenta que la media española está en 4,71 ha es evidente que nos debemos aplicar en muchos aspectos para esta imprescindible reducción.

Simplicidad Radical es el primer libro en guiarnos hacia un objetivo personal de sostenibilidad y ofrecer un método para reducir nuestra huella ecológica y así ser más equitativos entre todas las personas, especies y generaciones.

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