Este artículo ilustra algunos casos de seres carroñeros, cuya dieta o incluso ciclo vital depende de los cadáveres que tengan a su disposición.

Los humanos también comemos carne muerta, pero recien matada por nosotros (hoy se hace de forma industrial en los mataderos). Los seres humanos del mundo Occidental rechazamos la carne en descomposición que podamos encontrar (salvo excepciones rituales y de determinadas preparaciones culinarias).

Los regímenes alimentarios del reino animal más habituales son los vegetarianos, seguidos de los carnívoros y algunos de carroñeros. En el mundo de los microorganismos, muchos son también descomponedores y detritívoros de materia orgánica muerta.

El ecosistema que se desarrolla sobre un cadáver es bastante ignorado, pero muy interesante. Gracias a su estudio, la ciencia forense puede predecir los días que un cadáver lleva muerto.

Carroñeros del cielo
Una pareja de buitre común o leonado planeando para buscar carroñas de las que alimentarse.

En la naturaleza, cuando una vida acaba, otras encuentran en ella una oportunidad para continuar. Los pájaros carroñeros buscan desde el cielo esta posibilidad. Gracias a sus excepcionales habilidades de vuelo y a su agudeza visual, los buitres siempre son los primeros en llegar al banquete que ofrece un cadáver animal.

Los buitres, interpretan la presencia de un cadáver como un recurso nutritivo fundamental y lo aprovechan en grupo. Según los expertos, un  buitre precisa de medio kilo de carroña al día. Por eso, las aves carroñeras sobrevuelan horas planeando con el fin de consumir la mínima energía mientras divisan posibles carroñas.

Una vez avistada la carroña descienden de las alturas para saciar su apetito en un banquete muy organizado: los buitres de mayor de edad se llevarán el mejor bocado y el resto se lo disputan agresivamente. Con la algarabía de los buitres aparecerán otras aves carroñeras como los alimoches si los hay, y el quebrantahuesos.

El bullicio de los buitres, disputándose la pieza entre ellos a picotazos y aletazos, atrae a otras aves como cuervos, urracas y otros. Todos intentarán conseguir su parte, al igual que algunos mamíferos oportunistas como zorros, lobos, etc. De todas maneras, la velocidad en devorar un cadáver es impresionante. Un buitre puede engullir en minutos más de un kilo de carne. Una manada de buitres puede devorar una vaca entera en poco más de media hora.

Los buitres como recurso para ceremonias fúnebres
Ilustracion del rito de la excarnacion en la civilizacion argárica. Museu Nacional de Arqueología (España).

La tarea de los buitres eliminando cadáveres ha sido aprovechada por el ser humano desde la antiguedad. Hay indicios que el rito de la excarnación por parte de buitres fue empleado para los guerreros muertos en combate en la cultura ibérica y entre los habitantes comunes de la civilización neolítica que construyó Stonehenge.

A día de hoy el rito funerario de la excarnación persiste en los llamados entierros en el cielo. Estos todavía se practican en la cultura tibetana y en el rito zoroastriano de la muerte.

A pesar de este servicio ecosistémico, las aves carroñeras están amenazadas en muchos lugares del planeta por comer cadáveres de ganado que han sido tratados en vida con algunos medicamentos tóxicos para estas aves, como sucede con el diclofenaco.

La familia de los buitres constituyen a nivel funcional un de los grupos de aves más amenazado del mundo. Es cierto que en España albergamos una de las poblaciones más ricas de Europa y precisamente por ello, tenemos un especial deber en la conservación de las aves carroñeras de nuestros cielos.

Insectos necrófagos
Las abejas carroñeras del género Trigona, son abejas tropicales que disponen de secreciones glandulares y una microbiota que les permite sustituir el polen floral por la carne en descomposición como alimento. Foto: Wikimedia.

No todos los cadáveres en la naturaleza inician su ciclo con la llegada de las aves carroñeras. En muchos casos el hedor que desprende un cadáver atraerá especialmente a moscas y otros insectos.

El número de invertebrados, especialmente, de insectos, que intervienen en el ciclo de descomposición de un cadáver ha llevado a tener que crear una ciencia específica de la rama de la zoología (entonomología) de necrófagos.

En el ecosistema de un cadáver o tanatobioma hay diferentes funcionalidades en la fauna que participa. Las cuadrillas de insectos más habituales necrófagos son dípteros, coleópteros e himenópteros.

De los insectos que se alimentan directamente del cadáver, habitualmente son las larvas las que lo hacen. Estas aparecen tras la eclosión de los huevos depositados por los adultos en la podredumbre, pero también están las especies depredadoras y parásitas que se alimentan de las estrictamente necrófagas.

Luego hay las especies que se nutren tanto del cadáver como de sus comensales. Y finalmente están las invertebrados oportunistas que se aprovechan del espacio cadavérico para alojarse y realizar su ciclo vital.

El arte de los necrófagos
Imagen del escarabajo necrófago Nicrophorus vespillioides con ácaros del gènero Poecilochirus con el que mantiene una relación mutualista. Foto: gbohne Flicker CC

La desaparición de un cadáver al aire libre está orquestada por distintas especies de insectos que lo hacen de manera sucesiva.

La composición específica de cada grupo de necrófagos y la época de su aparición dependen de las condiciones del cadáver, pero también de factores climatológicos.

Los cadáveres al aire libre pasan por diferentes fases de descomposición tipificadas en cuatro etapas. La primera, con predominio de moscas,se da entre el momento de la muerte hasta el inicio de los procesos fermentativos.

La segunda etapa, básicamente liderada por escarabajos quiénes llegan volando atraídos por las llamadas fermentaciones butírica, caseica y amoniacal. Entre estos hay especies curiosas como la del género Nicrophorus que tienen además una interesante biología reproductiva.

Este escarabajo tiene la particularidad que la prole la cuidan tanto el macho como la hembra, una rareza en el mundo de los insectos. Además, su ciclo vital está en asociación con los ácaros a los que se presta transportar sobre su cuerpo y así llevarlos de un cadáver a otro),

En la tercera etapa, predominan ácaros, que a menudo llegan colgados de escarabajos necrófagos, y actúan especialmente cuando el cadáver ya está desecado completamente. Finalmente, la última etapa, cuando ya sólo es materia orgánica, son coleópteros los que rematan la labor de reciclaje natural.

Carroñeros marinos
Gusanos zombie del género Osedax, especializados en descomponer huesos de ballena. Foto: Yoshihiro Fujiwara/JAMSTEC

La descomposición en el mar es un proceso poco habitual ya que la mayoría de los animales marinos mueren comidos por otros. Pero, ciertamente, hay animales marinos que mueren y se hunden hacia los fondos submarinos.

Para todos estos cadáveres que se hunden hasta los fondos hay también todo un ecosistema para facilitar su descomposición y reciclaje. Evidentemente, no es lo mismo un pececillo que acabe en el fondo muerto y que será un aporte alimentario para cangrejos, ofiuras, etc. que si se trata de una inmensa ballena o un tiburón.

Hemos descrito con detalle el ecosistema que participa en la eliminación de la materia orgánica de las ballenas y otros cetáceos y tiburones de gran tamaño. Una de las principales especies protagonistas son peces del grupo de los mixinos, como la bruja pecosa o black hagfish, sin duda son de las más vistosas, pero hay más. Estos peces carroñeros generan una baba que vierten en la cavidad bucal, una vez han arrancado las carnes o vísceras de los peces muertos de los que se alimentan. 

En definitiva, la población de carroñeros marinos, a veces deben esperar meses antes que les aterrice la comida en el fondo marino en el que viven, a menudo es a varios miles de metros de profundidad.

Pero a parte de los animales vertebrados más visibles, la labor de reciclaje submarino también la realizan algunos grupos de invertebrados menos conspicuos, pero muy especializadas, como por ejemplo los llamados gusanos zombis (Osedax sp) capaces de roer los huesos del esqueleto de una ballena que el resto de peces y otros invertebrados no pueden.

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