El concepto de cementerio como ciudad de cadáveres, de negocio de vender o alquilar temporalmente parcelas de propiedad, de actuar como agencias inmobiliarias para la eternidad, debe cambiar. Nos corresponde a nosotros antes de morir rechazar el cementerio de hormigón.
Cuesta de aceptar, pero la muerte es una maestra, una realidad que impulsa a apreciar lo hermosa que es la vida y lo que hay a nuestro alrededor. La parábola de la sal, un cuento Zen ilustra como afrontar el dolor cuando este aparece.